El Misionero capuchino Diego
de Valdearena, mejor conocido en Guayana como “El Padre Diego” ha sido
calificado como uno de los sacerdotes más bonachones y pintorescos. Realmente irradiaba simpatía y conversaba
amablemente con la gente que solía abordarlo, especialmente con los
periodistas, tanto en Santa Elena de Uairén, donde residía y oficiaba como en
Ciudad Bolívar a donde se dirigía frecuentemente en diligencia de compras y de
paso hacer contacto con sus superiores y fundamentalmente con el Ejecutivo
Regional, responsable de que todo marchara bien en el distrito fronterizo.
Raro el bolivarense que no conociera o supiera del Padre
Diego. Vivió muy cerca de nosotros
durante cuarenta años, pero al igual que Monseñor Zabaleta no quiso morir
aquí. Se fue a lanzar su último aliento
de vida en Madrid donde falleció el 13 de mayo de 1995. Ha podido muy bien pedir que sus restos
fuesen inhumados en la
Iglesia Catedral de San Elena que es obra suya. Una iglesia de estilo gótico levantada piedra
sobre piedra por los miembros de la Parroquia del Vicariato y de la comunidad Pemón.
Santa Elena de Uairén
que es el pueblo fronterizo más importante del Estado Bolívar, debe mucho al
Padre Diego, tanto en lo espiritual como en lo educacional, artesanal y en el
fomento de la ganadería. La fundación de
Santa Elena, a la orilla del río Uairén, la inició el explorador Lucas
Fernández Peña el 16 de septiembre de 1923 y la completaron los misioneros en
1931. En este punto finaliza la Carretera de la Gran Sabana desde El
Dorado luego de un trayecto de 317 kilómetros .
Es el más importante de los cinco centros misioneros que regentan los
padres capuchinos y en ella reside el Vicario Apostólico de las Misiones del
Caroní. Desde este punto fronterizo se puede continuar hasta Boa Vista pasando
inmediatamente por Pacaraima, ciudad construida por los brasileros tratando de
equilibrar la colonización iniciada por Venezuela.
El Padre Diego se radicó en Santa Elena
en 1945 y logró fundar un hato con 1.500 reses que produce carne para consumo
de la población y trabajo para los indios de la etnia Pemón, estableció una
escuela para niñas y luchó para que la carretera hasta Santa Elena fuera una
realidad, en el entendido de que ella favorecería el desarrollo urbano de Santa
Elena y abarataría el costo de la vida.
En julio de 1967 cuando visitamos ese
lugar que funcionaba como un municipio foráneo bajo la jurisdicción de
Guasipati, cabecera del distrito Roscio, el costo de la vida en Sana Elena e
Icabarú era más alto que en cualquier otra parte de Venezuela, pero ya la
carretera estaba siendo ejecutada por el Batallón de ingenieros Juan Manuel
Cajigal, aunque trabada por el tremedal llamado “El Paso del Danto”.
El alimento menos costoso
entonces, tal vez por lo abundante, eran
los cítricos y la Guayaba. El agua era de apariencia
purísima y de sabor agradable, descendiendo desde los altos de las rocas y
recogida por un acueducto que la lleva hasta los hogares.
En nuestra gira de escasas horas,
invitado por el gobernador Pedro Battistini Castro, observamos que la tierra es
ácida como en el resto de Guayana, pero que con buena dosis de calcio y fósforo
se pondría en condiciones de producir toda clase de frutos. Por eso el Padre Diego Valdearena nos
insinuaba en esa oportunidad la necesidad de que los abonos de la Petroquímica fueran
extendidos por la mano oficial hacia allá para producir lo que hasta entonces
costaba traer de otras regiones del país, incluso del Brasil.
Padre Diego (Fray Diego de Valderrama) falleció el 13 de mayo de 1995 en Madrid. Párroco de Santa Elena de Uairén durante cuarenta años. Fundador de la actual Catedral de Vicariato Apostólico del Caroní.
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