LAS BULLAS DIAMANTÍFERAS
La bulla de las guacamayas quedó desplazada en la selva guayanesa por los mineros cuya algarada de febril pedrería disparaba hacia las copas espantando la placentera sonoridad de los pájaros azules y rojos.
La bulla de las guacamayas quedó desplazada en la selva guayanesa por los mineros cuya algarada de febril pedrería disparaba hacia las copas espantando la placentera sonoridad de los pájaros azules y rojos.
Otra bulla
quedó bullendo en la selva maltratada por la ambición dorada. Donde había bulla había minero, donde había
minero había diamante y más bulla había a medida que ésta iba como río crecido
arrasando todo cuanto surgía a su paso, desde un bejuco hasta un árbol gigante
y así la bulla se iba extendiendo por la selva emulando horriblemente el
crocitar de las aves y el bufidos de animales.
Eran hombre
rudos, muy rudos y tantos como mujeres, muchos hombres y mujeres con la piel
solana, que iban encandilados, encorvados bajo el peso del guayare,
atropellando la oscura humedad de la jungla, con los ojos ansiosos por una sed
que parecía no apagarse nunca. Iban a lo
que después se hizo bomba, bulla, bullicio, algarabía interminable que nadie
sabía donde comenzaba y dónde terminaba. Sólo se sabía que lo que a su paso por
aquel lugar y por aquel otro y más allá del río y la quebrada, era bosque,
maraña o selva intrincada, pasaba a ser tierra arrasada, acribillada y
deshecha, fuerza muscular hundida como barrena en la entraña del aluvión y la
greda buscando alrededor de las cribas yuxtapuestas la diminuta y centellante
luz de una kimberlita apagada por los siglos.
Ya a esta
altura, nadie habla de bullas ni de bombas.
Estas quedaron apagadas en la memoria de los años sesenta y setenta
cuando el libre aprovechamiento usando sólo palín y suruca, quedó desplazado
por las grandes concesiones. Ahora la
bulla tiene otra tonalidad, más desgarradora, por supuesto, la de la máquina
industrial, gracias a los decretos y resoluciones ministeriales que reservan
para el Estado la exploración y explotación en el territorio nacional, del
diamante, entre otros minerales,
Cualquiera diría que
ahora las minas de oro y diamante se estabilizaron. Que llegaron a donde tenían que llegar y que
las bullas y las consabidas bombas son manifestaciones tumultuarias de otros
tiempos, pero, al fin y al cabo, muy domésticas, cotidianas y hasta divertidas,
sobre todo aquellos nombres tan pintorescos como El Resbalón del Diablo, Los Pelos del Caracol, Los Colmillos de la
Cuaima, Los bigotes del Gobernador.
Más divertido
todavía eran los mensajes que trasmitían a través de la radio: “Corina Santaliz participa a Saturnino
Morillo, en la Cuaima, que se acuerde
que tiene nueve hijos y uno que vine son diez.. y que ellos lo quieren vivo no
muerto”. “Desde los colmillos de la
Cuaima, Margarita le participa a Francisco Javier, que llegó bien con los
triponcitos que no se olvide que son sus hijos y le mande plata pronto. Cuídate mucho del Tatúo que después viene la
gozadera”. “Desde Río Claro, Zoraida
Misael, le participa a Cachapo, que quién le dijo que sin real se viajaba, que
ella no tiene perro sino un hijo” “Desde el Candado, Gregorio Lara le participa
a Almosena Rodríguez, en Cabruta, que pronto le giro para que se mude. A mi suegra que se aliste porque vamos a
tomar muchas frías y sancocho de coporo”.
“Desde el Candado, a Luisa Ñeque le urge saber si es cierto que su
cuñado Pelo de Cochina lo malogró un barranco.
Al amigo Gato Galia y Alí que me esperen pronto y alisten la tripa
cañera” “Vicente Soto le agradece a
Jesús Solano no deje venir a Blasito porque ya ha comenzado la recluta”. “Desde Paúl, José Pomonti, participa a sus
familiares que la mina está madura. A mi
tío que si va a venir que se bañe primero.
Pero eso sí con cariaquito morado a ver si se le quita la pava de la
temporada pasada. Saludos”. (AF)
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