El
boticario de aquí data desde la propia fundación de Ciudad Bolívar. Crónicas
desde 1.766 hablan de un tal Juan Adolfo Von Rossen que hacía trueque de
medicamentos por becerros, mulas y tabacos. Pero es en 1830 cuando Juan Montes Salas, padre del doctor Ramón Isidro Montes, funda formalmente y con todas las de la ley, la primera Botica en Ciudad Bolívar con las mismas características predominantes hasta mediados del siglo veinte.
A mediado del siglo veinte, cuando comenzaron a
operar los laboratorios en Venezuela, los medicamentos se importaban, así como
la materia prima para prepararlos, la cual venía en frascos de porcelana con
los nombres en latín.
En Ciudad Bolívar la importación era
directa desde Europa y Estados Unidos vía el Orinoco. El boticario Laureanito
León me contó que en 1.940 abandonó en Caracas los estudios
de medicina y retornó a Ciudad Bolívar para desempeñar el papel de boticario
que la herencia de su padre homólogo le tenía reservado. Entonces existía la
hoy desaparecida Botica El Porvenir de Antonio Rodríguez que vendía Agua del Carmen, sulfas, píldoras del doctor Ross,
neosalvarzan, goma arábiga, purgante de higuereta, soluciones de yodo,
emolientes y ciertos placebos que más que valor terapéutico tenían un efecto
psicológico.
Eso era en los tiempos de la medicina
pre-antibiótica, en que el mortero donde se trituraban las esencias era la
pieza más importante de una botica, así como se ve en la foto tomada al doctor
Alfredo Hernández, ex presidente del Colegio de Farmacéuticos.
De ese tiempo era la Farmacia Orinoco
que regentaba bajo uno de los portales del antiguo Paseo Falcón, don
Laureanito León. Antes tenía el nombre de Droguería y era una de las cuatro
boticas que tenía la ciudad y que en 1.940 su Padre compró a Tadeo Shen, un
europeo de voz atiplada que vendía de todo y quien tenía estratégicamente
ubicado el tradicional “Ojo de boticario” y también un espejo ovalado por donde chequeaba
a los clientes.
Las otras tres boticas eran la
Continental, de Jesús Montes; El Águila, de Carranza; la Del Valle, de Jesús
Salazar. Todas comenzaron casi con el siglo y de ella sobrevivían en 1989 la Del Valle y la Orinoco
en el Paseo. Otra botica, pero más joven en comparación con las
anteriores era La Santana, de Felipe Herrera.
Y de los antiguos boticarios, sin
títulos, pero con una experiencia supervalorada en la cual han abrevado muchos
togados, estaban Eduardo Vidal y Laureanito León.
Laureanito León, al frente de la
Farmacia Orinoco, decía tener ocho hijos de los cuales cinco le salieron
farmacéuticos con todas las de la ley y siguiendo el mismo sendero de su padre.
Antes
que su padre la transformara en simple farmacia, la Orinoco había pasado
de Botica a Droguería, que vendía al por mayor productos para preparados
medicinales, así como específicos importantes.
-Por supuesto que las farmacias de hoy
poco se parecen a las boticas hasta los años 40 del siglo veinte, donde se vendía de todo y
el boticario solía sentarse en una silla de cuero inclinada a la puerta en la
espera del cliente.
Cuando en 1989 preguntamos a Laureadito
León por qué a su edad de septuagenario y con cinco hijos farmacéuticos
persistía en esa actividad, respondió que el hombre es un animal de costumbre y
es muy difícil renunciar a esta altura de la edad a algo que ya es parte
sustancial de la existencia.
¿Y hoy como ayer los médicos mandan a
preparar sus recetas? -Ahora muy
poco. Las fórmulas más frecuentes son los antimicóticos que recetan los
dermatólogos Francisco Battistini, García Morales y Miguel Lima Ostos. Antes eran tan
frecuentes que el boticario podía memorizar las cantidades de solutos y
solventes indicados. Tal vez volvamos a ello ahora que el precio de los
medicamentos ha crecido de manera exorbitante. (AF)
Quizá los homeópatas vamos a ser más útiles que nunca!
ResponderEliminarSolo nos produce nostalgia al leer estas historias anecdóticas, Saludos Américo 🤗🤗🤗
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