Cuando algún visitante de
Esa bañera de mármol, en la Casa de San Isidro, estaba
allí como están otras cosas que no son propias del inmueble ni menos que haya
de algún modo pertenecido al Libertador.
Esa bañera, tiene una leyenda grabada que dice haber pertenecido a Dalla
Costa hijo y fue donada al Museo Talavera por José Miguel Carranza en 1945. Paso a creer que a Juan Bautista Dalla Costa
hijo, cuya juventud y educación transcurrió en Europa pudo haberla traído de
allá como de allá importó el inmenso piano de la Catedral que destruyó el
comején o la escultura de Diana La
Cazadora que en su hogar con tanto celo guardaba doña Malú
Liccioni de Huncal y la cual rescató de la bodega de Saturnino Pardo.
Hace ya unos cuantos días, leyendo
periódicos antiguos, me encontré con la
reproducción de un telegrama enviado desde Tucupita, septiembre de 1936, en el que un señor Max
Rojas D. ofrecía en venta la Biblioteca de Dalla Costa constante de 3 mil
volúmenes con su correspondiente vitrina.
¡Figúrense ustedes a donde fue a parar!
Por supuesto que el Gobierno Regional no la compró porque como de
costumbre el presupuesto nunca alcanza para obras tan dignas, pero en alguna
parte debe estar, quién sabe sin en el exterior.
La señora Milagros Figueroa, tan preocupada
por la memoria de la ciudad, me hablaba recientemente de la necesidad de una
agrupación para rescatar el espíritu civilista de Juan Bautista Dalla Costa,
sin duda uno de los ciudadanos y hombres públicos realmente progresistas de la
Guayana del siglo diecinueve.
Lo de la bañera, por supuesto, es otra
cosa, pero un detalle que sirve para ver los modos de vida de otros tiempos
cuando no existía acueducto y el agua había que tomarla del tejado en tiempo de
lluvia o cargarla desde la orilla del río, de morichales o del jagüey más
cercano. Y como era tan escasa a pesar
del Orinoco, la gente se bañaba cada ocho días y por la mañana apenas si el
agua alcanzaba para lavarse la cara, las piernas y los brazos. Hoy en día el agua fluye hasta por las
alcantarillas y los baños y balnearios compiten en confort y hay bañeras
también de todo tipo, precio y colores, muy parecidas a la de Dalla Costa, pero
tienen otro nombre: jacuzzi, equipadas con chorros de agua a presión que crea
unas burbujas relajantes.
A finales del siglo XIX algunas casas
de las clases altas ya disponían de cuartos de baño, con agua corriente y
bañeras de madera, cobre o hierro; mientras tanto, el resto de la población
acudía a la playa de los ríos cercanos, especialmente el Orinoco y el San Rafael,
y a los baños públicos construidos a solicitud del ayuntamiento por
Georges Underhill, con el cual había
contratado la construcción del acueducto cuya matriz iba desde punta Castillito
en la zona del Mercado Municipal (El Mirador) hasta la parte alta del antiguo Polvorín Santa
Bárbara, donde se levantó la Caja de Agua.
Gracias a la industrialización de los aparatos
sanitarios la mayoría de las viviendas desde muy avanzado el siglo XX tienen
uno o más cuartos de baño, equipados con agua caliente y bañeras o platos de
ducha de acero esmaltado. Además, el baño se ha convertido en un hábito
higiénico muy importante para la salud del bolivarense. (La bañera de Dalla Costa ha sido referida a la Casa Parroquial ) (AF)
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