Manuel
Cisneros Gambús se la llevó siempre muy bien con Ernesto Bello Bilancieri,
hasta el punto de posar así juntos, más para la posteridad que para el oportuno
fotógrafo Víctor Bayota Díaz. Ambos, sin
embargo, eran distintos en su manera de ser, acaso, tal vez, por la diferencia
de edad que no era mucha y por la ascendencia genética hispana del uno e
itálica del otro. Pero coincidían en el oficio de escribir. Manolo era columnista taurino del diario La
Esfera y agente vendedor de los otrora populares cigarrillos Cool y Lucky
Straight, mientras que Bello Bilancieri abordaba tópicos varios en su columna
“Escribe” del diario El Bolivarense. Los
dos fueron admitidos en la Asociación Venezolana de Periodistas y llegaron a
ocupar cargos directivos, empero ninguno de los dos vivía ni podían vivir de
esa faceta del periodismo que tan sólo le servía para entrar de lleno y estar
siempre vivo en la sociedad bolivarense.
Su manera de lucrarse económicamente era de otra manera: Manolo no sólo
vendiendo los cigarrillos que le sembraron el hábito de fumarse dos y media
cajetillas por día sino sirviendo de corredor de inmuebles y bienes raíces, en
tanto que Bello Bilancieri, aunque no lo atraía la política, en todo tiempo se inclinó y
desempeño por ese lado cargos relevantes
como el de Presidente de la Sucursal de la Corporación Venezolana de Fomento,
Presidente del Banco Guayana, Presidente de Produrca, Presidente de la Cámara
de Comercio, Presidente de la Asociación de Ganaderos y también fue Director de
El Bolivarense y siendo tal acometió la proeza de rodar en moto hasta Pacaraima
en la Frontera de Venezuela con Brasil, aventura que dejó asentada en una serie
de reportajes. El haberse graduado de
Farmacéutico, poco le valió, se aburrió detrás del mostrador de la Farmacia
que le dejó su padre y se sintió más cómodo haciendo vida pública, pero
no tan divertidamente como Manolo escribiendo con buen humor en la “Curbinata
Frita” o montando comedias como “El Sarampión de Doña Susi” y “Los Interiores
de Romeo y Julieta”.
Manolo Cisneros realmente era divertido
y centro de atracción en reuniones, recepciones festivas y tertulias narrando
anécdotas, echando chistes de todos los colores y comportándose como un
prestidigitador capaz de hacer desaparecer cualquier monedita anudada en un
pañuelo.
Américo - nos indagó un día que lo
visitamos- ¿sabes cual es la mitad de uno? Creo que 0,5 -respondo. No, chico, el ombligo. El ombligo es la mitad
de uno.
Manolo no era hombre de rezos ni de misas. Sin
embargo, cada domingo llegaba hasta la
Capilla de “Agua Salada” para ver a la Virgen del Carmen y de regreso conversaba con el Chino Puerta,
comerciante cuya popularidad se diluye
con el tiempo de las nuevas
generaciones.
Ese ritual dominical se lo inculcó su Madre desde muy
pequeño. Los ascendientes maternos de Manolo fueron hispanos que se
establecieron en Angostura en la época
de la Colonia. Su padre, en
cambio, era criollo. Pero, esa vena
humorística de dónde le venía. El nunca lo explicó, creía que era algo innato y
ello lo llevó un día a inventar “La
Curbinata Frita”, revista humorística cuyos derechos fueron traspasados
al “El Expreso”.
La revista de pequeño formato salía semanalmente.
Costaba un real, se metía con todo el mundo y salía cuando le daba la gana. Por
lo menos, era ese su lema y Manolo, además de editor, era redactor,
administrador y todo lo que termina en “or ” como humor que es lo que al fin y
al cabo hubo en esta revista divertida en la cual se introducía a todo personaje
serio y simpático de la ciudad como
Pierre Otto, por ejemplo, sondeando platillos voladores en los erizados
matorrales de la antigua Cervecería o como el otrora secretario general de
gobierno Pedro Beltrán durmiendo sobre el capacete de su automóvil nuevo por
temor a los ladrones. (AF)
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