Después de noventa y ocho años de servicio quedaron paralizadas las cuerdas del órgano de la Catedral de Ciudad Bolívar.
El órgano centenario, de enormes fuelles y mil
quinientas voces, fue donado por don Juan Bautista Dalla Costa, magistrado
guayanés y el primero en decretar en Venezuela la instrucción pública
obligatoria.
El profesor de música José Francisco Miranda, nos
mostró en octubre de 1968 una placa del órgano que fue hallada en un pipote de
desperdicios. La placa de bronce que estuvo adherida al órgano decía: "Este
órgano fue regalado por Don Juan Bautista Dalla Costa en el año de 1870".
El órgano fue donado por Dalla Costa a solicitud del
Deán José Leandro Aristeguieta, pariente cercano de Simón Bolívar y fue
adquirido en Londres.
En 1870 fue instalado durante seis meses por el técnico
londinense, José Pelgroni y su hijo Santiago, enviados expresamente por la
fábrica. En 1920 fue reparado por el organista guayanés don Carlos Afanador
Real. En 1927 reconstruido por él
técnico venezolano Epaminóndas González, traído especialmente por el Obispo
Miguel Antonio Mejías. Entre los padre
Paúles que vinieron siguiendo las huellas de Monseñor Mejías, había un cantor
barítono que acompañaba a los oficios religioso ejecutando al mismo tiempo el
órgano de mil quinientas voces que Dalla Costa trajo de Londres. A él se acercó una mañana de junio la joven Teresita
Ortiz para agradecerle probara su voz con el cántico “Ojos de Jesús luceros”.
El ensayo dejó asombrado a todos los circunstantes, incluyendo a Carolina
Barazarte, quien llevó la “Canchita”, como la llamaba, hermana Florinda
Barazarte de Gunterman, profesora de la Escuela de Música y Canto “Pepe
Mármol”, creada por el Presidente del
Estado José Benigno Rendón. En el Coro acompañada de ese órgano cantaron Carmen
Liccioni, S. Calogero, la triple Isabelita Caro, Tito Ávila, Elena Costa Yánez,
Liliana Tovar y Ana Maria Gutiérrez. . Teresita
comenzó a tocar ese órgano un día que el
padre Enrique Díaz Uvierra la sorprendió,
en pleno rito para la bendición del Santísimo Sacramento diciéndole que
por ausencia del organista de la
Catedral, debía siéntase al órgano para que interpretara el Tantum ergo”.
Eso ocurrió
iniciándose en la Diócesis el obispo Monseñor Juan José Bernal Ortiz, quien
sustituyó a Monseñor Mejías a raíz de su fallecimiento el 9 de octubre de 1947.
El organista era entonces Telmo Almada, obligación que fue relegando
paulatinamente en Teresita nombrada cantora oficial de la Catedral. No tenía el
gobierno diocesano que pagar por separado a un organista y a una cantora porque
Teresita podía acompañarse ella misma, sin haber nunca disciplinado más que su
voz. Nadie sabía de aquel teclado que cotidianamente complementaba las
tonalidades de su instrumento vocal. La sensibilidad de su oído le permitía
registrar el ritmo y la armonía de los sonidos en aquel descomunal órgano
londinés con solo su partitura individual para el canto.
Aquel
descomunal Órgano que dominaba desde lo más alto de la entrada, las altas naves
de la Catedral, destacaba no sólo por su magnitud sino por sus poderosos
fuelles, aquellos tubos dispuesto en serie para reforzar el sonido de sus 1.500
voces en torno al cual giró la juventud citadina amante del canto y de la
música. Hubo un tiempo en que la Catedral tenía su Maestro de Capilla, director
del coro (sochantre) y cantor (chantre). Maestro de Capilla durante 25 años fue
Carlos Afanador Real, egresado de los Conservatorios de Alemania y Francia y a
quien Teresita sintió morir en 1952, ya anciano tenía 75 años. El primer
Maestro de Capilla fue José Mármol y Muñoz.
El órgano
permaneció en el elevado Coro de la contra-fachada hasta 1948 cuando
Monseñor Críspulo Benítez Fontúrvel,
administrador apostólico de la Diócesis, decidió bajarlo para colocar el Coro
cerca del altar mayor en busca de mejor
ambientación para el feed back las voces coro-sacerdote.
El único que
sobrevivía del órgano para los años sesenta eran los tubos acústicos de acero
que Monseñor Mata Cova no pudo recuperar de las manos de unos zagaletones que
marchaban por la Plaza Bolívar creyéndose los trompetistas de Jericó.
El órgano
sustituto con el cual se acompañaba Teresita Ortiz desde entonces en los
oficios religiosos lo regaló la familia Natera Febres por sugerencia de Irma
Febres, quien también fue organista de la catedral al igual que lo fue Florinda
Barazarte y Amelia Almada. (AF)
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