A
Víctor Inojosa, muy pocos lo saludaban por su nombre sino por el de “Recorte”
no por las tiras que doña Blanca venía a recoger para sus muñecas de trapo,
sino por su tamaño, aunque Juvenal Herrera prefería llamarlo el “Clemens
guayanés”. Pero, claro, un Clemens muy
distinto, encasillado, porque el verdadero Clemens no tenía tienda fija sino que al igual que los músicos, hacía un tour,
ciudad a ciudad, para dar a conocer las novedades de su moda, es decir, sus propuestas.
Inojosa fue sastre desde los tiempos
remotos de su infancia, bastante distantes de la opulencia. Empezó como ayudante del sastre José Maradey,
hermano del Obispo Constantino e hijo ambos junto con siete más de Domingo,
tronco mayor de los Maradey en Ciudad Bolívar. Inojosa coronó su esfuerzo de
operador ayudante con sastrería propia, muy cerca de su tocayo Víctor Ortiz,
quien al final salió con el tablón de cortar en la cabeza.
Pero, Víctor, al igual que su hermano
Julio, nunca dejó de ser sastre y un día de disgusto con el diputado Pedro
Anastacio Colins Linche, de piel pigmentada pero tendiendo a moreno, le dijo
que él había heredado de su padre Zenón Ortiz, estupendo violinista, una
máquina de moler negro. Con esto, según
comentarios de los pícaros del May Hay My, le quería decir al diputado que si
se desmandaba lo iba a pasar por el molino y convertirlo en morcilla. ¡Válgame Dios!
No sabemos por qué cábala Víctor
Inojosa comenzó a confeccionarle trajes
a los Gobernadores de turno, tanto los de la Dictadura como los de la Democracia , no había
diferencia, tanto los burócratas de allá como los de acá, vestían a la moda,
aunque viéndolo bien, los de la
Dictadura , el doctor Eudoro Sánchez Lanz y José Barceló
Vidal, de cuando en cuando vestían su liquiliqui a lo llanero, especialmente
durante la Semana
de la Patria ,
evento patriotero donde el abanderado parecía ser el simpático Negro Tomás Rivilla.
Sólo un Gobernador no pasó por las manos expertas del “Clemens
guayanés”, tal el doctor Alcides Sánchez Negrón, porque, según el mismo
Inojosa, era hombre de percha, vale
decir, su talla se ajustaba perfectamente a los plurales cortes de Dovilla y
también, seguramente, por el lema que este señor sostenía de sus trajes: “Dovilla, trajes anatómicos que dan
personalidad”.
Otra particularidad del dueño de la
sastrería La Guayanesa
era cortarle traje a gordos de la talla
de Enzio Rampini, Gustavo Maradey, Rafael Francisco Zapata y de aquel sabueso
de la PTJ que fue
el gordo Gil Guevara Alfaro, terror de los ladrones, que aparece en la
fotografía. Sólo que cuando eran altos,
debía Inojosa encaramarse en un banquito que siempre tenía muy a la mano, para
tomar las medidas del codo al hombro y del hombro al cogote. Un día dio traspiés, peló el banco y cayó
sentado, pero desplayado. Afortunadamente el hombre siempre ha sido fuerte, soportó el impacto y
gracias a Dios que no tenía las tijeras en la mano sino la cinta métrica.
Eso pasó con el periodista de El
Nacional Jesús Lozada Rondón que venía expresamente del Palacio de Miraflores
que era su permanente fuente noticiosa.
Por supuesto, Lozada Rondón nunca pagaba, el paganini, muy generoso y
espontáneo, era René Silva Idrogo, a
quien el periodista atendía muy bien cuando iba a Palacio a entrevistarse con
el Presidente Jaime Lusinchi. Esto
ocurrió, al menos, mientras René fue Gobernador del Estado Bolívar y después
asistente de Leopoldo Sucre Figarella en la Presidencia de la CVG.
Por cierto que Leopoldo en cierta ocasión se
cascarrabió con Inojosa porque, según la lengua de Juvenal Herrera, le puso al pantalón la bragueta al revés.(AF)
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