El 2016 Venezuela estrenó nuevo Parlamento. Un
Parlamento integrado en sus dos terceras partes por parlamentarios opositores al Gobierno actual, algunos
veteranos, otros bisoños, pero llenos de optimismo en la confianza depositado
en ellos por la mayoría de los connacionales.
Todo lo cual suscitó una esperanza en leyes que reflejarían indudablemente
lo que la mayoría planteó durante la campaña electoral y que en consecuencia,
tiene y debe ser acatado por quienes tienen la responsabilidad de administrar y
ejecutar las leyes de esa institución que el hombre civilizado se dio desde los
tiempos más lejanos.
Porque
es evidente que en un país realmente democrático gobiernan las leyes y las
leyes son redactadas y dictadas precisamente por el Parlamento integrado por hombres
escogidos como idóneos y dignos de la confianza de la nación. Pero quien administra y ejecutan
las leyes es el Poder Ejecutivo y, el Judicial, poder de la entera confianza
del Parlamento para hacer cumplir las leyes dictadas por el propio
Parlamento. En consecuencia, quien gobierna
en primera instancia es el Parlamento, institución que viene a ser algo asi
como la niña de los ojos del pueblo a a
quien hay que cuidar y proteger como lo hace Juan Primito con Marisela en la
novela de Rómulo Gallegos.
De suerte que el Parlamento
es la institución más preciosa inventada por el hombre civilizado desde
los tiempos más ignotos. Ya en la
antigua Grecia, 200 o 300 años antes de Cristo, existía el Parlamento
históricamente conocido como el “Consejo de los Helenos”. El Concejo de los Helemos era un parlamento
que por su cercana vecindad cultural perfeccionaron los romanos con su famoso Senado, una de las instituciones del gobierno de la antigua Roma que
formaban 300 magistrados.
La teoría
filosófica del francés Barón de Montesquieu a mediados del siglo dieciocho
recrea el modelo político inglés que es el sistema de separación de los poderes que
considera el mejor en su especie como garantía contra el despotismo.
De allí que el Parlamento inglés haya trascendido como madre de todos los parlamentos
del mundo y que inspiró al Libertador en 1819 para concebir en el Mensaje de
Angostura que delinearía en la nueva la Constitución venezolana lo referente al “imperio de las leyes”,
Por supuesto, que las leyes redactadas y dictadas por el
Parlamento son un reflejo de la realidad político social y cultural de cada
nación. De allí el viejo dicho según el
cual “la costumbre se hace ley”.
Bolívar
habla en su Mensaje al Congreso de Angostura del “imperio de las leyes” y
explica que “El poder Ejecutivo
Británico está revestido de toda la autoridad soberana que le pertenece, pero
también está circunvalado de una triple línea de diques, barreras y estancadas.
Es Jefe del Gobierno, pero sus ministros y subalternos dependen más de las
leyes que de su autoridad, porque son personalmente responsables y ni aún las
mismas órdenes de la autoridad real los eximen de esta responsabilidad. Es
Generalísimo del ejército y la marina; hace la paz y declara la guerra; pero el
Parlamento es el que decreta anualmente las sumas con que deben pagarse estas
fuerzas militares. Si los tribunales y jueces dependen de él, las leyes emanan
del Parlamento que las ha consagrado. Con el objeto de neutralizar su poder, es
inviolable y sagrada la persona del Rey y al mismo tiempo que le dejan libre la
cabeza le ligan las manos con que debe obrar. El Soberano de Inglaterra, tiene
tres formidables rivales: Su Gabinete, que debe responder al pueblo y al
Parlamento; el Senado, que defiende los intereses del pueblo como
representante de la nobleza de que se compone, y la Cámara de los Comunes, que
sirve de órgano y tribuna al pueblo británico. Además, como los jueces son responsables
del cumplimiento de las leyes, no se separan de ellas, y los Administradores
de Erario, siendo perseguidos, no solamente por sus propias infracciones sino
aun por las que hace el mismo Gobierno, se guardan bien de malversar los fondos
públicos. Por más que se examine la naturaleza del Poder Ejecutivo en
Inglaterra, no se puede hallar nada que no incline a juzgar que es el más
perfecto modelo, sea para un reinado, sea para una aristocracia, sea para una
democracia. Aplíquese a Venezuela este Poder ejecutivo en la persona de un
Presidente nombrado por el pueblo o por sus Representantes, y habremos dado un
gran paso hacia la felicidad nacional.
Cualquiera
que sea el ciudadano que llene estas funciones, se encontrará auxiliado por la
Constitución; autorizado para hacer bien, no podrá hacer mal, porque siempre
que se someta a las leyes, sus ministros cooperarán con él; si, por el
contrario, pretende infringirlas, sus propios ministros lo dejarán aislado en
medio de la República y aun lo acusarán delante del Senado. Siendo los
ministros los responsables de las transgresiones que se cometan, ellos son los
que gobiernan, porque ellos son los que las pagan. No es la mejor ventaja de
este sistema la obligación en que pone a los funcionarios inmediatos al Poder
Ejecutivo de tomar la parte más interesada y activa en las deliberaciones del
Gobierno y a mirar como propio este departamento. Puede suceder que no sea el
Presidente un hombre de grandes talentos ni de grandes virtudes, y no obstante,
la carencia de estas cualidades esenciales, el Presidente desempeñará sus deberes
de un modo satisfactorio, pues en tales casos el Ministerio, haciendo todo por
sí mismo, lleva la carga del Estado”. Luego de leer ésto, juzgue usted lo que está pasando en Venezuela con el Parlamento. (AF)
No hay comentarios:
Publicar un comentario