domingo, 13 de julio de 2014

John Sampson Williams




Un sábado 12 de julio 2014, en la mañana, tras largo padecer de osteoporosis y otros males, dejó de existir el poeta John Sampson Williams a la edad de 66 años, pues había nacido en Caripito del estado Monagas el 4 de abril de 1948.
Hijo de John y Teresa de origen trinitario. Estudió educación física en el Pedagógico de Caracas donde llegó a destacarse como atleta en salto alto. Estudió en Italia Historia crítica y antropológica del arte. Se residenció en Ciudad Bolívar con sus padres y hermanos, todos profesionales. Su madre Teresa era profesora de inglés en el Liceo Peñalver y su hermano Pedro fue profesor de la UDO y fundador del Iutec en Ciudad Bolívar. Actualmente presidente del Ipasme en Caracas.
Lo conocí en los años setenta cuando yo era corresponsal de El Nacional y me tocó entrevistarlo creo que por el bautizo de su primer libro Veritatis (1974). Después vino Los Habitantes del Agua (1986, prologado por su amigo Omar Duque. Talco y Bronce (1988).In situ 1988 La Parca y el averno 1991 poesía -prosa y Tierra 1993. Autor de la columna Andanzas de un andariego.
Personalidad de coraje y determinación, pero impaciente, en cierto modo carismático. Muy activo cuando joven, buen gusto en el vestir. Desenvuelto en entornos activos. Un tanto dedicado a la bohemia y disipación. Y durante los últimos años permaneció prácticamente enclaustrado por lesiones físicas,
Su cumpleaños el 4  de abril, al cual por primera vez no asistí, se lo celebró en su propia casa su amigo Carlos Mejías, de quien fue asesor como aficionado coleccionista de piezas de arte.
El poeta que nació en Caripito hace 66 años, paisano del pintor constructivo Juvenal Ravelo, hacía algún tiempo que no visitaba los bares con luz intermitente, no porque no quisiera sino porque como el ex gobernador Diego Arria adoptó lo más parecido a un lazarillo, seguramente para no tropezar, sobre todo si se tiene en cuenta que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra.
La experiencia de su amigo el poeta Argenis Daza Guevara la tenía presente. Al poeta de Tumeremo se le olvidó el bastón y Átropos se apresuró a cortarle el hilo de la vida. Esto no significaba que John Sampson Williams experimentara temor por la muerte. Él me dijo hace unos años cuando lo entrevisté sobe Las Parcas y el Averno que no veía a la muerte como algo espectral sino como algo que está sobreentendido.
Lo que ocurre es que el sentido patético que se le da a la muerte conlleva al temor, al terror. Tampoco sentía temor por la vida. La vida es buena. Si hay algo que John temía era a la ignorancia, a la estulticia que envuelve y que toca a mucha gente, marcadamente a los gobernantes que llevan sus naciones a la guerra.
El problema existencial -me decía el poeta John Sampson- viene dado por el concepto del supremo bien y del supremo mal. Este es un planteamiento viejo que data desde Platón, desde los Helenos y dentro de este planteamiento filosófico contemporáneo se admite que la estulticia es insuperable. Posiblemente, el único recurso que suponían para superarla era la cultura, pero la cultura viene vista como un compartimiento de la política y no lo contrario. Occidentalmente se insiste mucho sobre la cultura, mas la única manera de obtenerla es a través de la lectura, pero la lectura tiene grandes enemigos, un gran enemigo consustanciado con el siglo, fundamentalmente con las últimas décadas, es el medio audiovisual, la televisión, que lejos de cumplir el propósito de avanzar y mejorar los medios de vida, lo que ha hecho es desmejorarlos a través de un proyecto de oprobio.

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