En
el Alto Paragua, principal afluente del Caroní que alimenta la Presa de Gurí,
estalló en 1990 la “bulla” diamantífera de Karún.
Miles de mineros se volcaron al sitio
por tierra, río y aire y lo que hasta entonces había sido zona boscosa virgen,
fue convertida en espacio ultrajado, revuelto y turbulento, sacudido por la
sierra derribando árboles milenarios, erosionado por la poderosa moto-bomba y
contaminado por los desechos.
Cuando llegaron efectivo de la Guardia
Nacional a desalojar a los invasores, ya el mal había tomado cuerpo y resultaba
una empresa difícil. No obstante la represión, los mineros seguían allí
atrapados por la fiebre del diamante, sufrible más que la fiebre de la pobreza
agravada por la escasez, el desempleo y la inflación.
A la fiebre del diamante para entonces se agregaba la
fiebre del oro en las cabeceras del
Orinoco provocada por la garimpeiros. Cuando la expedición franco-venezolana
comandada por el oficial Franz Rísquez Iribarren descubrió en 1951 las
cabeceras del Orinoco, jamás imaginó que el lecho de aquellas aguas de los ríos
Ugueto y Venezuela estuviese minado de oro. Esto vino a saberse por obra y
aventura de los garimpeiros o mineros brasileros que sabe Dios desde cuando
venían usufructuando el lugar con toda una bien implementación logística de la
cual deberían aprender nuestros guardianes de la frontera, pues parece que
siempre llegan tarde a la zona de desastre.
Mientras millones de bolívares en oro
se llevaba los garimpeiros de los nacientes de nuestro Río Padre, el 12 de
abril el Ministro de Energía y Minas, Celestino Armas, declaraba a través de
Venpres que “la fuga de oro ha disminuido bastante desde 1986, sobre todo,
porque el Banco Central de Venezuela le compra el mineral a los mineros de
Guayana a precios internacionales. El año anterior el instituto emisor había
comprado 19 de las 23 toneladas de oro producidas durante el período.
Donde hay grandes concentraciones de mineros
generalmente hay prostitución, juego, drogas, robos y atracos. Pero el gran
dolor de cabeza parecen ser estos
últimos. El año anterior (1989) se perpetraron quince atracos a mineros y
compradores de oro y diamantes por un valor acumulado superior a los 100
millones de bolívares.
Entre los casos más sonados destacaron
el perpetrado contra el comerciante belga Gil Devos, a quien una banda de nueve
hombres despojaron de 49 mil 984,4 quilates métricos de diamantes, 21 mil
dólares y 650 mil bolívares para un total global de 44 millones de bolívares.
Afortunadamente la PTJ
recupero casi todo el botín.
El atraco perpetrado contra el
brasilero Juan Nagreiro Neto, en las minas La Salvación, con despojo
de 4 mil quilates de diamantes por valor de 10 millones de bolívares.
El consumado contra el brasilero Sady
Da Silva Motta, minutos después de haber descendido de un avión de Aerotuy (el
mismo secuestrado al día siguiente) procedente de las minas de Icabarú. Lo
despojaron de 2 millones de bolívares.
Otro brasilero, Bal Deo, fue
perjudicado con el robo de un kilo y medio de oro en Arijuny de la Gran Sabana.
Igualmente agraviado por robo y atraco a mano armada fueron el año anterior los
comerciantes de oro y diamantes Moisés Franco, Pedro Nel Lora, Hamilton Javier
Almeida, Antonio María Correa, Juan Viznel Álvarez, Pedro Rodrigo Da Silva
(asesinado), Efraín Ascanio (asesinado) y Jorge Barrios, el más reciente
(27/12/89), asesinado.
En octubre de 2011, 14 sujetos armados irrumpieron por
la parte de atrás de la empresa CVG Minerven planta Perú y robaron 6 kilos de
oro, más una prensa valorada en más de dos millones de bolívares fuertes.
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