Durante
el Foro sobre el casco histórico de Ciudad Bolívar instalado el 16 de julio de
1985, con un discurso de Manuel Alfredo Rodríguez sobre la fundación de la
ciudad, la arquitecta Mildred Egui (en
la foto), al abordar el tema de la conservación puso al descubierto las malas
intervenciones en las edificaciones no obstante contar con un marco legal amplio. El arquitecto Graciano Gasparini la secundó
alertando que deben evitarse a toda costa intervenciones temerarias, casi
siempre inferiores en calidad a lo que se destruye porque el diseño de
sustitución es por lo general pobre y mediocre. Puso como ejemplo de
intervenciones temerarias la remodelación de la Plaza Bolívar y el boulevard
Bolívar.
Desde el Norte de México hasta el Sur
de los Andes son innumerables los centros y sitios históricos que nos recuerdan
la cultura precolombina, la presencia ibérica y la formación de nacionalidades
hermanadas con un sinnúmero de problemas comunes. La ciudad de los monumentos y testimonios de
piedras llena la historia de todo el pasado, un pasado que reúne todos los
ingredientes para plasmar nuestra identidad.
No hay futuro sin pasado y el pasado es
la base del futuro y si seguimos destruyendo, insultando, maltratando y
denigrando nuestro testimonio del pasado, el futuro sólo nos reservará el
merecido título de brutos e ignorantes.
La conclusión fue que hay que salvar a
Ciudad Bolívar porque ella tiene condiciones históricas y arquitectónicas no
solamente para ser declarada monumento nacional sino monumento de la
humanidad.
Dos años después, la Municipalidad
dictó una Ordenanza de protección del Casco Histórico que dio junto con un
programa de revitalización, resultados muy buenos, pero en lo que del siglo 21,
el programa integral de revitalización ha sido inexplicablemente paralizado por
el Gobierno derivando con ello en un progresivo deterioro agravado por la
desbordante buhonería.
Hoy en día es evidente la larga lista
de agravios, en la cual sobresalen:
El Teatro Moderno del arquitecto Oscar
Tenreiro adosado a un inmueble histórico del siglo diecinueve en vez de
continuar el Centro de las Artes iniciado en 1980 por la gestión de Alberto
Palazzi en los predios del Jardín Botánico.
El proyecto del arquitecto Natalio Ávila de construir un Boulevard a lo
largo de la calle Bolívar para unir la el Casco Histórico con la ciudad moderna
que resultó un descomunal adefesio. La
Plaza Farreras que data de principios del siglo XX transformada en un
vulgar estacionamiento que sirve a la vez para lavar y pulir carros además de
la contaminación del llamado comercio informal. El Parque Raúl Leoni transformado
en un vivero. El Estacionamiento
construido durante la gestión del Gobernador Edgar Vallée Vallée al Sur de la
Calle El Porvenir para evitar que los comerciantes continuaran utilizando la
Plaza Farreras como Parqueadero, entró a formar parte del citado vivero. Seis
millones de bolívares otorgados por el Fides para revitalizar el Casco
Histórico, fueron utilizados para pintar las fachadas de las casas mientras
muchos de esos inmuebles se hallan por dentro en estado de ruinas, tratando de
engañar así a los asistentes de otros
países al llamado Congreso Cultural del Orinoco. La
política de conservación y preservación de los viejos inmuebles ha fracasado.
Cada día son numerosas las casas con la cola de los aparatos de aire
acondicionado saliendo por muros y ventanas así como vallas, pancartas,
afiches, las rejas de hierro y puertas
Santamaría. La buhonería desbordada, la Casa del Sordo, la Casa Italia y otros
inmuebles de las Galerías del Paseo Orinoco han sido demolidos bajo tétrica
indiferencia de las autoridades que tienen que velar por la conservación y
protección integral del casco.
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