El filósofo, periodista, poeta, músico y bohemio, Héctor
Gil Linares se propuso fundar por cuenta propia un partido con el nombre de “Fuerza Moral” para participar en los
comicios del 83 y su primer acto promocional según lo declaró a la prensa,
consistió en “batir mi propio récord en 400 metros planos en el
óvalo del hipódromo municipal de Ciudad Bolívar”.
El
cronometraje de la competencia estaría a cargo de los periodistas del Círculo
Deportivo, entre ellos el bachiller Antonio López Escalona, quien afirmó que “seré
absolutamente imparcial y solamente me limitaré a ver la competencia y
lo que salga”.
Esta
fue la arrancada de la campaña electoral del poeta Gil Linares, de quien, según
su decir en la ocasión, estaban pendientes en Caracas todos los artistas de
televisión, entre ellos, Hilda Carrero, Elluz Peraza y Eduardo Serrano.
El
candidato de “Fuerza Moral” en su mensaje para la juventud recomendaba “hacer
deporte como yo y que estudien porque en `mente sana cuerpo sano ´. Que aprendan de nosotros los viejos
lobos de mar que sabemos como se bate el cobre y esto también se lo digo a Pepe
Montes de Oca, que deje de estarle metiendo cuentos a la gente para estas
elecciones que estoy seguro las gana Lusinchi o las gano yo”.
Creía en serio que Copei no volvería a ganar. “Yo soy socialcristiano pero considero que ellos están muy por debajo
de la doctrina porque el Copei es regional y el social cristianismo de nosotros
es universal”.
Gil
Linares veía con mucha simpatía toda agrupación nueva que aflorara para los
comicios del 83, como la de Vinicio Romero (Confe), porque eso matizaba el
espectro electoral de nuevos colores y no solamente los dos partidos tradicionales
AD y Copei.
En
países altamente desarrollados concurren agrupaciones electorales distintas a
las agrupaciones tradicionales existentes como en EEUU, y Fuerza Moral, en este
caso y el movimiento liderado por
Vinicio Romero, podría concluir en una alianza.
Pero
no hubo al final tal alianza ni menos Gil Linares, como era de esperarse,
figuró en el tarjetón electoral. Como era habitual se fue a dormir a un banco
de la Plaza Bolívar porque su vivienda de Jobo Liso, según él, había sido
embargada por los usureros que le prestaron plata para la campaña.
Tendido sobre ese banco soñó ser dueño del Orinoco y, que por lo tanto,
podía ofrecerlo en venta a fin de paliar su hambre, recuperar su vivienda y
viajar a sus antiguos predios en la República del Este, donde había sido electo
ministro de las galaxias. Entonces
publicó un aviso que decía: “Se vende el
Orinoco, barato y en cómodas cuotas. Por motivo de viaje y otros ayunos, me veo
obligado a desprenderme de tan undoso río. Razón estomacal me obliga en vista
de mi imagen que se ve reflejada en el agua cristalina. Poeta soy porque vivo
cantando. Filósofo por la estirpe ancestral de los reyes. No escondo mi vaso de
licor. Me lo bebo en la esquina rutilante donde todos los ven multiplicado.
Vaso cobarde y escondido es el del piano bar o el decadente cenáculo de los
liderzuelos de turno. Me desprendo del río, pero eso sí, me reservo el derecho
de peces y crecidas de agua convertidas en cerveza, noble más noble que
trasnochadas en la madrugada o la visita reglamentaria al lupanar donde nunca
me has visto. Son testigos las hambrunas
deliciosas del hazme-reír cobarde y las dormidas al raso en los bancos del
Paseo” Orinoco. Las dormidas al raso tienen su compensación. Se ve de frente a las estrellas”.
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