1981
El
antropólogo Daniel Barandarian (en la foto con un indio makiritare), sacerdote
jesuita mejor conocido como el Padre Daniel, llevaba nueve años metido en la
espesa selva del Alto Caura cuando conversé con él y me comenmtó que la música
de los indios no puede analizarse según nuestros cánones melódicos. Es pariente
de la asiática y de la africana. El indio habla en poesía siempre. Hay algunas etnias como la Makiritare
que exigen una cadencia poético-rítmica. Pero el gran caudal de su poesía está depositado en sus
mitos y leyendas, maravillosos en apreciaciones de su naturaleza, de los
animales, de las plantas. La pintura entre ellos es esencialmente ceremonial:
pinturas faciales y corporales. También libera la imaginación creadora con
escenas de cacería y pesca, de sus espectáculos culturales, pintados con
materiales obtenidos de las conchas de los árboles y a partir de la arena. Las
pinturas al carbón y al ocre amarillo de los makiritares, en cortezas desprendidas
de los árboles, podrían figurar, afirma entre las más bellas y autenticas
creaciones del tipo primitivo.
El Padre Daniel se ha zambullido en el alma india para
abrir los ojos a las concepciones culturales religiosas de esos hombres dar a la luz algún día las cosas maravillosas
que los rodean, los bellos sueños de que están poseídos.
Refiriéndose a Guatemala y México, a donde piensa
volver, dijo que allí ha visto indios a quienes el agua del bautismo les pasó
por su epidermis como agua de jabón, porque los misioneros hispánicos
despreciaron o no tomaron en cuenta sus características culturales que, en caso
de los Mayas, eran más ricas que las de ellos. Así, lo que hicieron fue una
comedia de cristianización.
El clero latino por su formación, ha tenido en contra
el handicap de sus pretensiones, ajenas a la vivencia intima al corazón de los
indios. No se han podido librar de las estructuras mentales útiles para otras
cosas, pero no para darles a los indios la compresión y la solidaridad a que
tienen derecho. Los
Maquiritare o Yecuana constituyen un pueblo de navegantes fluviales que se ha
establecido en diferentes márgenes de los ríos tributarios del Orinoco.
Ocupan actualmente un territorio de cerca de 30.000 km² en los estados Bolívar
y Amazonas en Venezuela y al norte del Brasil. Este territorio incluye el
Parque Nacional Jaua y Sarisariñama. Actualmente se estima su población entre
5.000 y 10.000 habitantes.
Ellos tienen sus
propias creencias y una filosofía muy
propia que explica su origen. De acuerdo
con su cosmogonía, «El hombre y la mujer soñaban que Dios también estaba
soñando con ellos. Dios estaba soñando con ellos mientras cantaba y tocaba maracas, escondido tras el humo del tabaco y
sintiéndose feliz, pero al mismo tiempo sintiendo algunas dudas. Los
maquiritare sabían que cuando Dios sueña con comida, produce y da comida. Si
Dios sueña con la vida, produce fertilidad. El hombre y la mujer soñaban que en
el sueño de Dios un huevo enorme y brillante aparecía. Dentro del huevo
danzaban, cantaban y festejaban porque deseaban nacer prontamente. Soñaban que
en el sueño de Dios la felicidad era más fuerte que las dudas que Dios podría
sentir y mientras soñaba, los creaba y cantando decía:
“Al romper este
huevo nacerá un hombre y nacerá una mujer.
Y juntos vivirán y morirán. Pero
nuevamente nacerán y nuevamente volverán a nacer y nuevamente lo harán. Y nunca
dejarán de nacer porque la muerte no existe”.
“Y juntos
vivirán y morirán. Pero nuevamente
nacerán y nuevamente volverán a nacer y nuevamente lo harán”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario