Juan
Bolívar era el “Indio de Camurica”. En este pueblo de raza Caribe, a escasa
distancia de Ciudad Bolívar, nació en 1946, pero tuvo la suerte de estudiar en
el liceo “Juan Vicente González” de Caracas y de encontrarse posteriormente con el Capitán Mare Bianchi que lo hizo
mecánico y piloto de helicóptero.
El 15 de junio de 1982 cuando lo entrevistamos, nos
dijo que tenía más hora de vuelos en helicóptero (más de 7 mil) que ningún otro
piloto de montaña aunque entonces tenía meses que no volaba. Lo botaron porque
el Gobernador se dio cuenta que estaba ganando más que él. Se promediaba sueldo
de 20 mil, pero los viáticos lo abultaban. Volaba tanto que casi no paraba sino cuando al
aparato se le trancaban las aspas allá arriba y caía como una piedra. Esto le
ocurrió cinco veces, pero la caída más seria la sufrió en Santa Rosalía cuando
el helicóptero se “enrollo”. Es un término del argot aeronáutico para
configurar el “barreno de plato” en el caso del avión.
Sólo dos accidentes de esos han sido
superados en el mundo. El que le ocurrió a él en Santa Rosalía fue el tercero y
esto reafirmaba el respeto que le tenían sus compañeros del aire, tan leales
como el Capitán Enrique Martín, veteranísimo de la selva, que se divertía
contando las anécdotas de Juan Bolívar. Anécdotas como la del Arzobispo
Crisanto Mata Cova y el Nuncio Apostólico que se hallaba de visita en Guayana.
Juan Bolívar pilotando de regreso de Canaima el
helicóptero de la Gobernación sobrevolaba una extensa siembra de patillas por
la costa del Orinoco que en broma
incomprendida dijo a los prelados era suya. Entusiasmadas las dignidades de la
Iglesia hicieron que el piloto se posara en tierra para cargar con algunas
sandías, pero cuando “enchinchorraban” éstas en la sotana fueron alertados a
tiro de escopeta. No les quedó que
excusarse, echarle la bendición al sembradío y de ñapa regalarle al labriego un
crucifijo de madera que el Nuncio traía de Italia. El Indio de Camurica, por
supuesto, recibió su dura reprimenda además de la consabida penitencia.
La
ocurrencia de Bolívar sirvió para que Monseñor Mata Cova le tomara compasivo aprecio y
no lo olvidara en sus frecuentes excursiones
por los aires de la selva. Pero desde que a Juan lo botaron de la
Gobernación, el Arzobispo dejó de volar en esos raros pájaros de aspas horizontales. De manera que sus periódicas
visitas a las comunidades indígenas de Sucre y Cedeño las hacía penosamente
por tierra. El helicóptero de la Gobernación lo pilotaba entonces Jesús
Leonardi, quien servía con Bolívar de copiloto, claro, con menos sueldo.
Aparentemente la Gobernación había salido ganando porque pagaba menos y las
instituciones no tenían que pedir tanto el aparato. Con un piloto como el Indio de Camurica que
conocía a Guayana desde Punta Barima hasta el Amazonas, ofrecía mucha
confianza. Por eso jugó papel destacado
cuando apareció el secuestrado Willian Frank
Niehous. El, junto con el director Uzcátegui de la Disip y un mayor del Ejército, trasladó al industrial norteamericano en el helicóptero desde el Hato Dividive hasta el Comando de la V
División de Selva.
Aunque usted no lo crea.
Bolívar una vez empeñó el helicóptero para que el dueño de un Bar en Coporito del Estado Delta Amacuro lo dejara ir a él y al Secretario de Gobierno del Delta que andaba
por caños y caseríos palpando necesidades y no tenía como pagar una cuenta.
Increíblemente, el Indio
de Camurita, pereció en un accidente automovilístico centre Ciudad Bolívar y
Puerto Ordaz.
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