Las construyó un veterinario holandés
que adquirió la nacionalidad venezolana tras cumplir veinte años internado en
aquella zona constituida en el mayor atractivo turístico de Venezuela.
Rudy Truffino (en la foto, 1973) tenía
un campamento el solo donde hospedaba a turistas que previamente contrataban
excursiones hasta el Salto Ángel.
Realizaba en tiempo de verano hasta doce viajes al año con no más de
seis personas y en cada uno de sus viajes fue poniendo piedra sobre piedra
hasta ver culminados sus esfuerzos en dos casas que conjugan con el ambiente
edénico de la zona.
Situado a un corto paseo en curiara con motor fuera de
borda, por el Río Carrao, este alojamiento está referido como un maravilloso y romántico refugio. Fue
construido a lo largo de un período de décadas. Habitaciones, sencillas, con
artefactos indígenas y fotos de la fauna en las paredes. Jardines bien cuidados
y dos piscinas de ribera formados por una
natural y esculpida formación rocosa. Este
campamento de la selva cerca de la base de la gran catarata está considerado
como el más edénico de Canaima.
El propio Rudy Truffino, hombre magro,
rubio, de 47 años, nos lo contó cuando en el aeropuerto de Ciudad Bolívar
aguardaba (1973) la llegada de tres botánicos norteamericanos que le pidieron
los llevara a pasar varios días sobre la Meseta del Auyantepuy para recoger
muestras de especies botánicas desconocidas.
Con ayuda de los Pemón abrió caminos
para escalar el Auyantepuy y el último que abrió lo estrenó con el grupo de
botánicos. La excursión la solía cumplir
en 5 o 6 días desde el Campamento Ucaima situado a 2 kilómetros de la
Laguna de Canaima, hasta el Salto Ángel.
Cobraba 1.500 bolívares por cada persona de un grupo no mayor de seis y
más si el grupo era inferior.
Charles Baughan, piloto muerto trágicamente cerca de
Higuerote, dio a conocer al mundo esta bella región de Ucaima donde se instaló
Truffino como un gran Señor de la selva.
Aquí vivía feliz con Gertrudis, austriaca orfebre de 36 años que vino
como turista y se enamoró de Rudy con quien tuvo tres indias rubias bautizadas
en la Misión de Kamarata.
El novelista y periodista holandés Jan Brokken, un
gran apasionado de los viajes reflejados en muchos de sus relatos. Conoció el
Salto Ángel conducido por Rudy Truffino y de él dice en uno de sus escritos: “Su impresionante carrera y sus oídos
destrozados, sus ojos inquietos y su risa que me habían descrito varios amigos
en Curazao durante los años que viví en esa isla, me atrajo poderosamente. Esos
amigos habían hecho viajes largos con él en el área que se había abierto con la
ayuda de los indios Pemón, un área que se extendía por debajo del Orinoco, un
área del tamaño de los Países Bajos, habían plantado la semilla de asombro en
mí diciéndome que hablaba la lengua de la etnia Pemón, compartía su aversión a
la propiedad, y parecía llevarse mejor con los semi-nómadas que con sus
antiguos compatriotas.
Lo que me atrajo de inmediato fue su forma de hacer frente a la selva, escuchar
regularmente una grabación antigua de Ella Fitzgerald, un trompetista que
tocaba las estrellas del cielo y que podía imitar perfectamente mientras se
lavaba el sudor de su cuerpo con agua del río después de un viaje difícil”.
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