El encuentro de Ciudad Bolívar con el arte óptico gracias al Museo de Arte Moderno y a su creador pionero universal de ese arte óptico en su modalidad cinética, orientó no sólo a numerosos jóvenes hacia una tendencia plástica diferente a la tradicional, sino también a músicos y compositores como José Francisco Miranda (en la foto) que anunció entonces estar trabajando en la creación de un Orfeón Cinético.
La primera presentación pública de este
sorprendente conjunto que modificaba
substancialmente la forma polifónica del canto, ocurrió en la noche del 3 de
octubre de 1972, en el auditorio del Grupo Escolar Estado Mérida y fue posible
apreciar entonces la interpretación de cuatro
hasta ocho canciones a una vez con movimientos danzantes de los
integrantes del grupo.
El Profesor Fitzí Miranda como prólogo
de su demostración ante un rebasado auditorio intrigado y movido por la
curiosidad, explicó que la Coral concebida por él, podía interpretar ordinariamente varias
piezas musicales diferentes dentro de un tono armónico y equilibrio que permite
captar la esencia de las correspondientes melodías.
Se trataba de un “cinetismo audible” y
si a eso se agregaba que los integrantes del grupo polifónico escenificaban la
pieza con movimientos danzantes, el
resultado no podía ser otro que el de una estampa múltiple del sonido y de las
formas.
En esta labor, el Profesor Miranda
primeramente realizaba los arreglos armónicos y luego levantaba lo que él
llamaba “Sonograma”. Esa noche del
debut, la pieza falconeana “Sombra en
los Médanos” (Penetrable 1) fue ejecutada simultáneamente con las melodías
“Misotys”, “Sobre las olas”, “Danubio azul”, “Las bellas noches de Maiquetía”,
“Geranio”, “Ensueño” e “Imitación del Pájaro Chuchumbé”, todos valses.
El Orfeón Cinético de Guayana estaba
formado por 38 personas sometidas previamente a un proceso de preparación y
ensayos durante tres meses. Fitzí Miranda, autor del joropo “La Sapoara”
que en 1936 popularizó la voz de Soledad
Espinal, había compuesto entonces 8
conciertos para piano, 62 canciones y varios himnos, entre ellos, “El
Estudiante”.
En el marco de sus composiciones musicales, creo que su último intento
fue el de complacer a Soto
(ambos nacieron en Santa Ana), inventando su "Orfeón Cinético" desvanecido por la propia
fuerza de su extinción física. Estaba tan
entusiasmado que nos llevó a su pequeño cuarto de estudio en lo alto de su
quinta "Norelsa" de la avenida Táchira y nos hizo apreciar las
grabaciones de sus ensayos.
Si la pintura
vibra y resuena con tambores de vanguardia en el ámbito artístico mundial signada por la novedad del cinetismo, por
qué no la música? se preguntaba.
Desde que el hombre comenzó a captar la música en el monosilábico balbuceo del
niño, la forma y expresión del sonido, del ritmo y la melodía se han complicado en su evolución que ya no hay manera de
detenerlos. Siempre, por ello, "el
futuro de la música es de difícil pronóstico".
Edgard
Varese, compositor norteamericano, aconsejaba abandonar la orquesta clásica cuyos instrumentos no ofrecen sino
limitaciones, y utilizar en su lugar instrumentos
eléctricos para que el músico en estado de
creación pueda disponer de todos
los sonidos del universo. Algo aproximado creo que se proponía Fitzí cuando quiso modificar las corales, las agrupaciones
polifónicas: divorciarse del grupo polifónico tradicional para situarse ante el
Orfeón Cinético realizando con sus cuatro voces características una polifonía
moderna.
Fitzí, como Varese, se lanzaba con una nueva teoría dentro del campo
de la música y la concretó con la anuencia de la
zona educativa, fundando con colegas de la docencia el Orfeón Cinético del
Magisterio que debutó en el auditorio del Grupo Escolar Mérida. (AF)
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