El primero de septiembre de 1968, a la edad de 34 años, murió repentinamente en hotel caraqueño, a causa de un ataque de asma, el pintor Carlos Rufino Sambrano Ochoa (el de la derecha en la foto junto con los pintores Rafael Manzaneda y Jesús Soto despidiéndose de su madre doña Emma). Rufino, oriundo de Ciudad Bolívar, era el último de los diez hijos del matrimonio de Ramón Sambrano Morales y María Ochoa de Sambrano.
Vivía este joven artista aislado del bullicio de la ciudad en una casa de terreno amplio, rodeada de árboles frutales y donde frecuentemente pasaban horas de descanso y tertulia los pintores que de otras ciudades venían a exponer en la Casa de la Cultura.
Hacía pocos días había estado allí en esa casa rústica cercana al Club Buena Vista La Piscina, el ex presidente de la Junta de Gobierno, contralmirante Wolfgang Larrazabal, amigo de él y a quien conoció cuando era Embajador de Venezuela en Chile, pues Carlos Rufino Sambrano estuvo varios años en el país del Sur cursando arte y pintura.
El mismo día que cundió la noticia de su muerte, podía verse en el taller de su casa fuera de la ciudad, su última obra, un óleo de 30 por 50, aún en el caballete y muy cerca los pinceles, donde figuran muy juntas tres largas deidades con manto negro simbolizando tal vez a Cloto, Láquesis y Átropos, las Parcas dueñas de la vida de los hombres. ¿Premonición?
Carlos Rufino vivía allí desde su regreso de Chile y desde aquí mantenía una actividad estrecha y fluida con la Casa de la Cultura como miembro de la Comisión de Artes Plásticas de la institución. Una exposición de su pintura se hallaba en Maracay cuando sufrió el dardo letal.
Exposiciones individuales había realizado en Chile, Buenos Aires y Montevideo en 1964. En el Centro Venezolano Americano de Caracas en 1965. Cuarto Salón de la Casa de la Cultura de Maracay en 1966, Salón Julio Arze de Barquisimeto y casas de la Cultura de Ciudad Bolívar y Ciudad Guayana perteneció al Grupo Arañas del Orinoco.
La muerte de este pintor bolivarense coincidió para consternación de los citadinos con el suicidio de Félix Tomasi, distinguido hombre de negocios, hallado mecánicamente asfixiado con un extremo de su hamaca en la quinta Noreste de la avenida Táchira, a las 6:30 de la tarde del 2 de septiembre de 1968.
Contaba 78 años de edad, nativo de Ciudad Bolívar, hijo de Bartolomé Tomasi, quien estuvo por largo tiempo administrando el primer acueducto que tuvo la capital bolivarense a fines del siglo diecinueve.
Carmen Hurtado, joven del servicio doméstico, dio cuenta del trágico suceso cuando fue al cuarto del señor a avisarle que la cena estaba servida. La esposa del comerciante, Blanca Machado, se hallaba en Caracas.
Tomasi era descendiente de nativos de la Isla de Córcega que vinieron a Guayana para trabajar en las minas de oro de El Callao y prosperó rápidamente en sus negocios de compra y venta de automóviles que extendió a otros ramos igualmente productivos como la ganadería. No tuvo hijos en su matrimonio y a él sobrevivieron dos hermanos que continuaron y han continuado a través de sus herederos, activos en el mercado del automóvil.
Tan pronto llegaron a la ciudad los primeros automóviles montó un “Garaje” como se llamaba a comienzos del siglo veinte el negocio de comprar y alquilar automóviles pues no todo el mundo tenía capacidad para tener carro propio. En 1926, Tomasi tenía su Garaje cerca de la Plaza del Abanico.
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