En otros tiempos no lejanos, el ganado que depositaban los criadores en los corrales del Matadero Municipal para beneficiar su carne cuyas proteínas demandan los bolivarenses, eran sacrificados a mandarria limpia. Es decir, la administración disponía de personas muy fuertes y templadas que se enfrentaban al ganado con una pesada masa de hierro a modo de martillo, similar a las que usan los calafates para clavar y sacar los pernos de los barcos y también, por supuesto, los herreros en sus talleres forja.
Los herreros en las antiguas fraguas catalanes ablandaban el hierro al rojo vivo puesto sobre el yunque, a fuerza de mandarria. Asimismo, no lo ablandaban sino mataban con certero impacto en la cerviz a los vacunos llevados al Matadero Municipal, ese que siempre ha estado en controversia por tantas cosas que se dicen y cruzan de un bando político a otro.
Lo cierto es que en 1972, el ganado vacuno era sacrificado en el Matadero de Cañafístola a fuerza de mandarria, como bien se ve en la gráfica, hasta que un miembro de la Sociedad Protectora de Animales dio el grito de alarma y la gerencia municipal decidió sustituir la mandarria por una pistola especial de balín, pero luego surgió otro problema que los balines se agotaban antes de tiempo y nuevamente había que volver al método tan cruel como primitivo.
Esta nota periodística que encontramos en nuestro diario discurrir por la prensa antigua evidencia lo dicho: “Los matarifes de esta ciudad se han visto obligados a echar mano de la antigua mandarria para sacrificar al ganado de carne. Este instrumento que fue abolido aquí por pedimento de la comunidad, ha vuelto a la práctica sustituyendo a una pistola especial. Los matarifes informaron que el Concejo Municipal les ha dicho que no hay dinero para comprar balines”.
Y si no había dinero para comprar balines, menos había para tratar de espantar los murciélagos que no desamparan las casas del Casco Histórico, entre ellas, la Casa del Congreso de Angostura. Centenares de murciélagos que anidaban en los techos de la casa colonial tuvieron que ser espantados con un SOS enviado al equipo de fumigadores del MAC.
Los mamíferos eran los únicos habitantes del edificio, declarado años atrás Monumento Nacional, y fue a solicitud del Inciba que el doctor Manuel Felipe Pacheco Torres, jefe del Departamento de Ectoparásito del MAC, ordenó fumigar la casa con un insecticida de alto poder toxico.
El doctor Pacheco Torres lo informó y dijo que otros monumentos como el del Correo del Orinoco, la Casa de San Isidro y la Cárcel Vieja, serán objeto de tratamientos similares, toda vez que en la Casa del Correo del Orinoco, por ejemplo, se encontraron sobre los muros internos, muestras de deyecciones de los murciélagos.
Informó que los murciélagos atacados pertenecen al género de los insectívoros y fructívoros y que se les aplicó el mismo método que utiliza el Ministerio para la campaña de control del murciélago reservorio del virus de la rabia paralítica. La intención del MAC es repetir el tratamiento de humo fumigante. Los efectos tienen una duración de tres meses y la toxicidad diez días.
Como se ve el enemigo del ganado vacuno no es sólo el hombre sino también el murciélago que le inocula el virus de la rabia paralítica. Los tertulianos de las barras bolivarenses llegaron a elucubrar entonces que llegaría el día en que los rebaños de ganado vacuno tendrán que refugiarse en la Embajada de la India. Allá el ganado vacuno en general es respetado y matar una vaca se considera un gravísimo pecado.
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