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jueves, 9 de septiembre de 2021
LOS CHINOS EN GUAYANA
Los primero chinos llegados a Guayana se establecieron en ciudad Bolívar, provenientes de la Isla de Trinidad a donde habían llegado desde Hong Kong, toda vez que este territorio chino era colonia de Inglaterra al igual que Trinidad que antes era territorio venezolano muy vecino de Guayana. Debido a esa vecindad la comunicación de la Isla con Ciudad Bolívar era bastante fluida y el intercambio comercial y educacional evidentes. Allá solían refugiarse y exiliarse los revolucionarios venezolanos y lanzar sus proclamas.
Ahora, con respecto a los Chinos en Guayana que digamos, nunca fue una emigración propiamente sino familias que de manera puntual, por alguna circunstancia, se radicaban en Ciudad Bolívar. Al comienzo, lo más común, eran lavanderías. En la calle Libertad del Casco Histórico, al lado del bufete de Reinaldo Sánchez Gutiérrez, se estableció acaso la primera, una lavandería popular a mediados del siglo veinte que estuvo operando hasta principios del siglo siguiente. Muy frecuentado era el restaurante My- Ha- My del chinito Gond Fung y su mujer, donde se reunía la fauna humana más elocuente de lo pintoresco, sabio e intrascendente, se reunía aquí para rendirle tributo a la bohemia y hacerle morisqueta a la vida. Más luego, durante el actual gobierno, prosperaron negocios múltiples que hicieron posible las relaciones diplomática, comerciales y tecnológicas con la República Popular China de Xi Jinping.
Aquí en Ciudad Bolívar el gentilicio chino es más popular por criollos descendientes como la China Perfetti de ciudad Bolívar, la China Lee en Ciudad Guayana, Carlos Lee o Lima Ostos, o por rasgos asiático como el Chino Sanoja de Upata, la China Magnoni de El Callao; el Chino Puerta en Agua Salada y el Chino León en Cerro Azul. En el CES de AD llegó hablarse del llamado “Grupo Chino” toda vez que el Secretario General era el profesor Carlos Lee Guerra y Secretario de Profesionales y técnicos, el médico dermatólogo Miguel Lima Ostos de ascendientes chinos. No obstante la barrera del idioma que da pábulo a la expresión popular “no me hables en chino que no entiendo”, el guayanés experimenta cierta empatía por estos personajes cuya lengua parece un “laberinto” a decir de Andrés Eloy Blanco, quien así la califica en uno de sus poemas: “…y me dejó un hijo / así de grande y como flor de harina / con unos ojos para un sueño / y el laberinto de su lengua china…”(AF).
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