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lunes, 19 de julio de 2021
EL POETA NÉSTOR ROJAS PREMIADO EN ESPAÑA
He recibido la grata noticia de que el amigo Néstor Rojas ha obtenido en concurso un Premio de Poesía en España, país a donde lo ha llevado la emigración impulsada por la Venezuela en crisis- Este Premio indudablemente se suma a los ya ganados en Venezuela, entre ellos, el poemario HEXAGRAMAS DEL VERTIGO, del cual escribí en su oportunidad esta nota publicada en el Correo del Caroní:
“Hexagramas del Vértigo” es el título del poemario de Néstor Rojas, premio de poesía 1994 de la Bienal del Ateneo Casa de la Cultura “Simón Rodríguez” de El Tigre, editado recientemente por el Fondo Editorial Miguel Otero Silva, bajo los auspicios del Conac.
Son treinta y nueve poemas o el doble si sumamos a cada poema de seis versos lo que parece, al lado de cada uno, en letra cursiva, otro poema individual. Puede el lector fácilmente separarlos sin que se altere su coherencia poética, tampoco el ritmo ni la unidad temática. Todo el poemario gira sobre el erotismo dentro de los contornos de un deseo carnal de vértigo o locura, donde solo son testigos el cielo, el trueno y la montaña.
El poeta se experimenta en un mundo anteriormente poblado, donde de repente solo queda el y ella, una morena tropicalmente ardorosa (Se fueron todos / no hay nada / Casas quedaron vacías / ni una flor en la mesa / Solos quedamos / solo tú y yo en esta tierra).
Un cielo recargado de nubes acecha a la pareja cubierta por el viento y el resplandor de la luna. Luego el cielo baja por las nubes hacia la montaña mientras las hojas se retiran siguiendo el rastro del hombre y los animales en ausencia. Entretanto ellos son carbón encendido y confundido, atizado por la espera larga hasta el límite del desespero. El velo que la cubre ha quedado incinerado bajo el fulgor estallante, mientras el bauprés como una espiga se estremece.
El fuego de la posesión quema la hierba y la incandescencia supera los bordes del empíreo. Ella piensa en la muerte y el la cabalga como un avestruz que al final promete hundir la cabeza hasta que pase el peligro.
A esta altura el poeta se encuentre entre montañas anegadas, en el desfiladero, dispuesto como Leónidas a morir en las Termopilas o devorado por una endémica flor carnívora tepuyana. Los truenos fluyen y parecen avivar más la llama del fuego bajo la piel. Ella gira y vuelve a girar hasta que muerde el vacío del desmayo interminable. El cielo en duro enfrentamiento se sobrepone al agua que desciende como “luz de ángel caído”. Todo se ha trastornado, ahora es la tierra que se estremece con ruidos de volcanes y no hay otro refugio que la carne quemante y el cielo de la lengua que lo traga.
La lluvia ha cesado y las aguas se han estancado sobre la montaña. Sin embargo, no hay reposo. Hay viento, hay marea alta que impulsa la navegación hacia el vacío, hacia el centro del universo y es el miedo y es la súplica (No te alejes de mí, no te vayas, sostenme, no me dejes luna entre hierbas ilumina el oscuro, mi corazón herido).
Y en el centro la tierra arde y el silencio es materia desnuda sobre la cual trota su corazón de caballo. El trueno vuelve a ensayar sobre su poder mientras el deseo lo empuja y el cuerpo se quiebra bajo una tarde salpicada desde lo más alto sin que para nada valga su condición de topo asumida en sueño profundo. Ya el trueno ha descendido más debajo de la montaña y las fauces dejan escapar su gemido apagado por el agua sobre el agua, pero inevitable el ansia constrictora que lo impulsa a volar. Y vuela “con la tierra en los ojos” aprehendido por el deseo de tocar a la luna, pero ella esta inexorablemente como “mariposa traviesa” aferrada al deseo (hay que aferrarse al deseo y no morir/sostenerse en el aire/flotar como si fuera globo).
Y ello es posible, gracias a su habilidad de auriga del espacio, sin embargo, el vértigo es perenne en el hexagrama del canto que al final lo transforma en zopilote de picada que va despojando la noche: (vuelvo, vuelvo tengo que ver la luz dentro de ti) y vuelve a vivir su cuerpo bajo rayos y tormentas (no mires los relámpagos/ deja que los cielos naufraguen/ deja que la noche murmure) (AF).
Hola querido amigo. Gracias por estas palabras tuyas, generosas. Te mando un abrazo y muchas bendiciones. Saludos desde Astorga.
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