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viernes, 12 de marzo de 2021
LOS 80 GATOS QUE NO DEJABAN DORMIR AL VECINDARIO
Un hombre carnicero de Maripa tenía en marzo de 1967, entre sus gustos, el de coleccionar gatos de toda maña y tamaño y no manifestaba preferencia por alguno en especial. A todos los llama ''Pancho'', sea hembra o sea macho, negro, rubio, blanco o mixto, y cuando grita con manos en la boca a "lo Tarzán": "Panchoo! Panchoo!, toda la gatería se reúne en el corral a recibir su ración diaria de pellejo. Hasta entonces contaba ochenta gatos en su patio, sin incluir los que había regalado con "dolor de su alma".
La ascendiente de la manada tenía catorce años y estaba embarazada y feliz de su numerosa prole. Orgulloso también de tantos felinos se manifiesta Juan Herrera —así se llamaba el carnicero e intermediario en el comercio de ganado en pie ante las personas que de dentro o de fuera lo visitaban. Pero últimamente se había visto en aprieto porque el vecindario comenzaba a quejarse de que ya no aguantaba más los gruñidos y llantos a la Luna por las noches de los gatos, aunque bien —se había dicho—que a muchos de ellos les gustaba estar más en el monte que en el pueblo.
—Eso sí —decía un viajero llamado Pepe Yánez que acababa de realizar una gira de turista por Maripa no había ratas ni ratones y las lagartijas vivían espantadas.
Comentaba con buen humor, que trabajo y calentura pasó últimamente una comisión del MAC y la Sanidad que se desplazó al lugar a vacunar a los gatos contra el mal de rabia, pues los animales debido a la vida que llevaban y al medio rural dondeí vivían, se habían vuelto montaraces y, por lo tanto, difíciles de atrapar. El día de la vacunación, Juan Herrera gastó más pellejo que de costumbre y se volvió una furia cuando la dicha comisión le propuso exterminar la cuarta parte de los gatos. (AF)
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