sábado, 13 de febrero de 2021

LA MALA RACHA DEL COLONIZADOR DE GUAYANA

Antonio de Berrío, el frustrado buscador de El Dorado, lucía unos cuantos laureles cuando, siguiendo las huellas del Adelantado Gonzalo Jiménez de Quesada, se internó en tierras del Orinoco para posesionarse de ellas a nombre de su Rey Felipe II y fundar la provincia de Guayana. Esos laureles los había obtenido como soldado del Rey en Europa y también en las luchas que los hispanos sostuvieron en Granada contra los moros. Laureles que invirtió junto con su fortuna y la de .su familia en las expediciones doradistas de Guayana, de la que fue Gobernador hasta su muerte, muy anciano. Berrío fue el primero en descender el río Meta descubierto por Diego de Ordaz en 1531 y acampó junto con sus expedicionarios durante muchos meses y en tres ocasiones, en los llanos de Casanare. Lo atraía y le daba seguridad aquel ambiente donde los caballos podían alimentarse bien, donde había sal, plantas medicinales, madera para construir balsas, curiaras, más una comunicación relativamente favorable con su esposa que se hallaba en Cartagena desde 1581. Pero nunca la diosa Fortuna favoreció sus empresas, ya tratando de acertar los caminos dorados barruntados por el cacique Morequito o haciendo que perduraran los pueblos y los nombres de su mano fundadora. Ninguno de los nombres que le inspiraron paisajes y lugares, permanecieron. Quiso que el río Meta se llamara Candelaria, pero Meta se quedó desde que nace en territorio colombiano hasta fluir sus aguas en el Orinoco. Fundó en zona de lo que es hoy el Territorio Federal Amazonas un pueblo con el nombre de Santísimo Sacramento que le sirvió de vértice para explorar en diversas direcciones la posible ubicación de la imaginada rica y dorada ciudad de Manoa, pero desapareció aquel pueblo, con nombre y todo, desde el mismo día en que regresó a Casanare para recuperarse de tanto descontento, hostilidad, enfermedad y muerte a ver si así recuperado podía intentar con mejor fortuna y por otro rumbo una nueva expedición. Tampoco tuvo suerte ni con el pueblo ni con el nombre de San José de Oruña que fundó en la Isla de Trinidad, adonde fue a parar durante la tercera expedición que le permitió descender el Orinoco. Pueblo y nombre desaparecerían con el tiempo del mapa trinitario. Concibió el nombre de San José de Oruña para testimoniar la admiración que sentía por el santo carpintero y su mujer María, quien le dió diez hijos, entre ellos, dos varones tan arrogados como él: Femando, dos veces Gobernador de Guayana, y Francisco, Gobernador de Caracas. Ambos desaparecieron, uno ahogado y otro por secuestro. Colón tuvo mejor suerte con los nombres, incluso con el de Trinidad que perduró sobre el de Cairl o tierra, de los colibríes, como los aborígenes entendían que se llamaba la isla. Tenía que haber muchos pájaros mosca para que los aborígenes la llamaran asi. Pero el Almirante en su Tercer Viaje, nunca vió esas "joyas aladas de la naturaleza" sino tres picos orográficos que su espíritu religioso asoció con la Santísima Trinidad. Su suerte fue aún más paupérrima con Santo Tomás, pueblo fundado justo donde moran hoy los 'Castillos de San Francisco y el Padrastro. Este pueblo o ciudad fue seis veces saqueado y quemado por corsarios y piratas y terminó mudado con el nombre de Angostura, hoy Ciudad Bolívar, que en vez del Apóstol tiene como patrón a Nuestra Señora de las Nieves. Para colmo, los administradores contemporáneos de esta provincia fundada por él, nada o casi nada le han reconocido a la hora de erigir nuevos pueblos, en cambio, no ha ocurrido lo mismo con Diego de Ordaz (Puerto Ordaz) que fue tan bárbaro y cruel con nuestros indios Berrio, por lo contrario, era todo un “valiente caballero”, así lo reconoció su enemigo Walter Raleigh (AF)

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