jueves, 17 de septiembre de 2020

La fiebre del balatá y el caucho


 

Guayana desde los primeros tiempos fue polo de atracción y lo continúa siendo para venezolanos y extranjeros, para aventureros, empresarios e intelectuales incluso como José Antonio Calcaño, simplemente porque ha sido siempre la tierra del oro y de recursos forestales como el caucho, el balatá, el pendare y las resinas,  otrora de  importancia económica internacional.  La demanda era tanta que los árboles eran irracionalmente talados a fin de extraer la mayor cantidad de savia posible y obtener rápidas ventajas.

El caucho se explotaba entonces en las cuencas del Caura y del Alto Orinoco; el Pendare, de resina gomosa denominada chicle, en la región del Yuruari; el balatá extraído del Purguo,  en el Cuyuní, Botanamo e Imataca.  En Tumeremo, donde se recogía el látex, operó la empresa inglesa “Dick Balatá Ltd” que estableció un  monopolio en la región. 

A partir de 1930 la fiebre del balatá y el caucho fue cediendo hasta extinguirse debido a varios factores, entre ellos, los estragos de la deforestación, la competencia de otros países productores como Malasia, Indonesia, Brasil, y la caída de los precios a consecuencia de la crisis económica de 1930.

Sobre la explotación hasta lo irracional de esos dos subproductos de la selva, se ha escrito mucho denotando las aventuras, sinsabores y crueldades de la selva.  El escritor colombiano José Eustacio Rivera, fue el primero que abordó el tema en su novelaLa Vorágine”.  La obra parte de un principio romántico en busca de una felicidad que no se va a dar debido a los problemas y conflictos que se le presentan a la pareja. Además muestra la explotación de la clase poderosa sobre los más débiles y el trato inhumano que se les da a las personas sometidas en este negocio. De alguna manera resalta allí la figura del funesto Tomás Funes Tomás Funes, un militar, explotador de caucho y criminal que se hizo famoso durante los primeros años del siglo XX por su crueldad en la búsqueda de caucho y balatá en el Amazonas venezolano.

       Gallegos, igualmente en su novela Canaima toca el tema de la explotación del caucho y del Balatá.  El eje de la obra es el bolivarense Marcos Vargas llamado y atrapado por los recónditos misterios de la selva donde lo avasallan los instintos primitivos y regresa a la civilización  en la prolongación de un hijo que nace en  aquellos parajes enigmáticos y sorprendentes.

La edición correspondientes al 20 de septiembre de 1907 del diario “El Luchador” da cuenta de cómo los árboles productores de caucho, balatá, aceite de copaiba, substancias colorantes, gomas y demás resinas que constituyen la riqueza de los bosques del Estado Bolívar, son talados por los explotadores, a fin de extraer mayor cantidad de productos y obtener rápidas ventajas económicas.

En conocimiento el Ejecutivo Regional de tan indignante depredación, emitió un decreto disponiendo que sólo podrán explotarse los árboles que hayan alcanzado el desarrollo necesario por estar en condiciones de resistir los procedimientos de extracción sin que las incisiones y perforaciones que se hagan en cada árbol pasen de la primera y segunda capa cortical pudiendo descortezarse solo el tronco de los árboles en tiras longitudinales que no excedan de cinco centímetros de ancho, alternando con fajas de corteza que se dejan de quince centímetros de ancho de manera que en los espacios descubiertos se reproduzcan la corteza, siendo indispensable cubrir dichas incisiones  o perforaciones con arcilla o greda que impidan la putrefacción y muerte del árbol. (AF)

 

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