martes, 4 de agosto de 2020

LA HEROÍNA JOSEFA CAMEJO MURIÓ EN CIUDAD BOLÍVAR



La heroína falconiana, verdadera guerrera en la lucha por la independencia de Venezuela, Josefa Camejo, murió casualmente en  Ciudad Bolívar, el 5 de julio de 1862. Aniversario de la emancipación. 
Por qué esta mujer patriota, nacida en Coro, el 18 de mayo de 1791 vino a morir en Ciudad Bolívar? Pues circunstancialmente por ser sobrina del prelado Mariano Talavera y Garcés, quien siendo obispo de Tricala, ejerció el Vicariato Apostólico de la Diócesis de Guayana desde 1830 a 1842 después de la muerte trágica de su amigo Tomás de Heres.
El prelado no sólo era su tío sino su tutor, educador y quien le insufló desde temprana edad el fervor republicano que lo enardecía desde que era estudiante de la Real y Pontificia Universidad  de Caracas a donde lo enviaron sus padres para destacarse después de graduarse dde teólogo en  la carrera sacerdotal hasta llegar a ser Vicario Apostólico con facultades de obispo en la Diócesis de Guayana `propuesto al Vaticano por el Congreso Nacional de Bogotá tras ser presidente  de la Cámara de diputados.
Cuando Mariano Talavera vino a posesionarse de la Diócesis que llevaba 12 años sin Gobierno eclesiástico, lo hizo acompañado de su sobrina Josefa Camejo, quien había perdido a su madre Sebastiana, ahogada en el rio Santo Domingo y a su esposo Juan Nepomuseno Briceño Méndez Se radicó en Ciudad Bolívar con su primer hijo Wenceslao y su hija Teotiste Briceño, siempre en la misma residencia episcopal de su tío que en ciudad Bolívar quedaba colindante con la Plaza Bolívar.
Monseñor Talavera renunció al Vicariato en 1842 por problemas de salud, antes había renunciado a ser obispo de Mérida y se residenció en Caracas donde se desempeñó como consejero de estado.  Falleció el 23 de diciembre de  1861 y seis meses después en Ciudad Bolívar, su sobrina  más querida, quien lo acompañó en todas sus acciones religiosas y libertarias.  Ella dominada por lo que un día escribió: «El sexo femenino no teme los horrores de la guerra, antes bien, el estallido del cañón no hace más que alentarla, su fuego enciende el deseo de libertad, que sostiene a toda costa en obsequio del suelo patrio […]»  (AF)

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