Gustavo Basanta me entregó su libro, en la esquina de El Sordo, una tarde salpicada de
chanzas perrunas, incentivadas por unas
declaraciones de Luis Carlos Obregón contra la pandilla del boulevard. Entonces me di cuenta que es tan diversa y
numerosa la familia de los caninos que pudiéramos encontrarle a cada humano su
trasunto en una raza determinada, incluyendo
al turco Nain Saloum, desconocido a diente y colmillo por su propio
doberman una noche de palos, y al Pájaro Avelino que no por tener alas como las mariposas de Gustavo Basanta,
deja de cuadrarle el apelativo chihuahuense. Por supuesto, expresa su disgusto,
así como lo expresó Ángel Bonalde cuando
alguien le endilgó el San Bernardo.
Tampoco se quedó en paz Chivita cuando le encontraron parecido con el Malamute
de Alaska; ni Freddy Bermúdez, híbrido de Pastor Belga con Chow-Chow, Martínez Barrios, con braco francés, Pinocho,
con galgo ruso; Rojita, con uno de la raza beagle; Ramón Aray, mezcla de guache
con mapache; Hugo Mendoza, con podenco; Tamborini,
cruce de salchicha con pastor alemán; Londoño, con Doguino, Manuel, con Lulú de Pomerania; el Chino Regil,
con dogo y Gustavo Basanta con un Vi Fox
Terrier de pelo liso.
Pero si Gustavo en broma acusa los rasgos de un Fox Terrier, muy cierto, y esto sin broma, que es un artista del teatro, la poesía y la pintura, upatense muy de Angostura que conocimos hace años,
cuando Milagros Mata Gil se explayaba en la risa constante del Guinpleine de
Víctor Hugo.
Bueno,
decía que esa tarde, un lunes de zapatero,
Gustavo Basanta me entregó su libro pergeñado en la computadora
y de su contenido no me enteré por
tanta espuma en el ambiente canino, sino a las tres de la madrugada cuando el gallo de la casa vecina
me despierta.
No pude enterarme que es un libro de escenario, formato breve y en
suma grato y poético: "Cuando las
mariposas no queman sus alas". Ay de nosotros cuando las mariposas
se achicharren bajo el quemante resplandor
del odio.
Será el más aciago día,
no sólo por tener los lepidócteros
que volver a su primitivo estado de larva corrugada, sino por privarnos del tierno y hermoso espectáculo de
colores que nos sustrae a una atmósfera de coincidencias capaz de desarmamos del egoísmo y prejuicio insano. Por eso,
Gustavo invoca a las mariposas pensando en
la conciliación racial y en la paz
universal. Invoca los prodigios del
agua que nos vivifica y comunica. La
música con su ecuménico lenguaje. El canto, acaso como el de Violeta, Neruda,
Vallejos, Juan Rulfo, que dialoga con los
silábicos latidos del corazón y nos
hace sentir a todos, la existencia de unos dioses iguales y compartibles como
el pan y el vino aunque no lo crean las ideas de los hombres nuevos que estamos obligados a ceñir con esas cintas de colores que son las mariposas para que "tu patria sea mi patria, mi casa tu casa, tu voz. mi
voz". Como la voz pura y sonora del montañés que al hombro su
guitarra bajaba diariamente a dialogar con
el pueblo a pesar de las represiones y
el día en que lo invalidaron y le cortaron la garganta, su voz siguió
con más fuerza invadiendo todo el orbe.
La obra de Gustavo termina con una adaptación basada en el libro de cuentos "Guillermo
Jorge Manuel José " escrito por Mem Fox para los niños, esos
seres diminutos pero en cuyo corazón abierto puede caber desde un pequinés
hasta un elefante de circo y que además poseen la memoria más fantástica, esa misma que buscaba afanosamente el niño de
cuatro nombres para llevársela, como al fin se la llevó, en una cesta a la
nonagenaria que la había perdido.(AF)
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