El 3 de abril de 1968,
invitado por el General de Brigada Manuel Morales Vásquez (en la foto), comandante de la
V División de Infantería de Selva, me
hallaba a 1.500 metros de altura sobre el nivel
del mar, sobre una roca granítica llamada
''La Escalera", rodeado de una
selva espesa e intrincada predominada por árboles hasta con más de cuarenta
metros de altura. Era de tarde y el Sol asomaba por el oeste una luz tímida que delineaba en toda su imponencia la Sie rra de Lema.
Muy próximo a nosotros, en un área como de ochocientos metros
cuadrados lindando con profundos precipicios se levantaba un campamento de zinc habitado
por soldados con la piel tostada y uniformes coloreados de barro.
Tractores,
traíllas, Patrol, camiones y otros vehículos e implementos se hallaban activos en el lugar, moviendo la tierra arcillosa y las rocas
graníticas despedazadas por la explosión de la dinamita.
Aparentemente no había plagas
y un silencio extendido minutos
después parecía anunciar la
extenuación del soldado que había
trabajado desde el amanecer. Unos
cien soldados del Batallón Juan Manuel
Cajigal, que desde 1963 se esforzaban
por enlazar a Venezuela con Brasil.
El Servicio de Ingeniería
del Ejército había denominado esta empresa
como "Operación Gran Sabana",
porque de eso se trataba, operar conquistando las inconmensurables tierras selváticas del sur de Guayana que así se denominan (Gran Sabana) y que lindan con las fronteras del Brasil y la antigua Guayana inglesa.
El
habitante o visitante sólo podía penetrar hasta algunos puntos de la Guayana por vía aérea o a
pie utilizando peligrosas trochas y cursos de agua muchas veces interrumpidos
por intensas cataratas.
El
Capitán del Ejército, Luis Alfonso Godoy, director de los trabajos,
estimaba que para junio de ese mismo año se podría ir
en vehículo por esta ruta hasta Santa
Elena de Uairén, es decir, hasta la frontera con el Brasil.
La
obra se venía ejecutando en dos frentes de trabajo: el
de La Escalera ,
o sea el ascenso a la Gran Sabana a
través de una longitud de 60 kilómetros y el de
Santa Elena hacia el cerro El Venamo en una extensión de 150 kilómetros . Ambos frentes bajo la dirección del Teniente
coronel Ramón Antonio Graterol,
trabajando muchas veces bajo condiciones ambientales difíciles pues de 360 días
que tiene el año sólo 80 suelen ser de Sol debido a una pluviosidad tan elevada
como la del Kilimanjaro.
Los
soldados, por ello, trabajando hasta 22 hora diarias
y aprovechando a veces los claros inmensos de la Lu na
que se proyectan sobre la selva para hacer rodar sus pesadas maquinarias.
Un soldado recibía apenas
una paga diaria de dos bolívares con cincuenta céntimos. Eran cien soldados que trabajaban en la obra, una obra extremadamente difícil,
pero de una importancia económica, política y socialmente extraordinaria. Era una
manera muy útil del soldado prestar
su servicio militar obligatorio,
construyendo no la guerra sino una
obra magnifica y perdurable.
La
carretera El Dorado a Santa Elena de Uairén fue
sueño de todos los tiempos, tanto como el Puente sobre el Orinoco que había
sido logrado el año anterior. Este sueño comenzó a cristalizar en 1953 cuando el ingeniero Luis Entrena por resolución del Gobierno proyectó e inició la carretera, dejándola inconclusa a la altura del
kilómetro 88, donde se alzó un
caserío de agricultores y lugar donde
también se hizo célebre Abilio, un
brujo que curaba a sus enfermos con raíces y ungüentos vegetales.
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