Ciudad
Bolívar, fundada a la orilla del río más largo y caudaloso de Venezuela,
siempre, paradójicamente, ha tenido problemas con el abastecimiento de agua.
El agua del Orinoco es buena para que
las lavanderas profesionales vayan a su ribera a estregar la ropa con manduco y
estropajo sobre las piedras, pero no
para el consumo.
Para el consumo humano los
bolivarenses preferían, no ahora que
tenemos acueducto con planta de tratamiento, preferían luego de filtrarla gota
a gota a través de la piedra porosa del tinajero, el agua proveniente de los
jagüeyes o de los pozos artesanos también llamado aljibes.<)o:p>
Los jagüeyes de Angostura, distintos a
los de los bosques secos, eran manantiales
de escasa profundidad, con una capa freática superficial. Los pozos artesanos o aljibes (voz del árabe
español) era manantiales también, pero muy costosos por lo profundo y distante
de la ciudad, pero el agua era más pura y cristalina, acaso por lo muy subterráneo
y generalmente protegida las paredes circulares con piedras o ladrillos.
En otros lugares como el Llano donde la sequía es
prolongada, existen cauces o quebradas que llevan agua cuando se producen
lluvias intensas. Durante la estación veraniega, en estos cauces secos o
quebradas quedan ciertos sitios con charcos de agua conocidos como jagüeyes
también. En este caso el Jagüey se forma
donde estratos de rocas afloran a la superficie y el agua subterránea es
obligada a salir como un manantial. Alrededor de ellos el bosque es más verde,
por la presencia del agua, y en sus cercanías crecen los higuerones. Estos
jagüeyes juegan un rol muy importante en el bosque seco, porque son las únicas
fuentes de agua durante la prolongada época seca.
Jagüeyes populares en la Angostura que perseveró
hasta mediados del siglo pasado fueron los de “Ojo de Agua” donde Barceló Vidal
hizo construir la Fuente Luminosa
en la intercesión de las avenidas 19 de Abril y 5 de Julio, y “La Tinas ”, subterráneamente
alimentadas por los morichales que bordean la gran laja de San Isidro.
El Bachiller Ernesto Sifontes comentó
en una de sus crónicas por El Luchador que Las Tinas fue como el primer
acueducto de la ciudad. Obviamente, un
acueducto sin ducto o, en todo caso, el ducto venían siendo los recipientes
como barriles, tinajas y tinajones utilizados por los parroquianos para llevar
el agua hasta sus domicilios.
Cuando Georges Underhill construyó en
1884 el primer acueducto de Ciudad Bolívar, instaló varios surtidores en puntos
estratégicos e incluso regaderas junto a de la Caja de Agua donde la gente iba a bañarse. Desde entonces los Jagüeyes comenzaron a
perder atractivo o interés de uso y de ello sólo se ocuparon los romanceros
como Héctor Guillermo Villalobos que llegó a publicar un poemario con ese
nombre y en el que precisamente sobresale uno titulado “El agua de los
jagüeyes”:
“Esta agua sabe
a los zumos recónditos de la tierra Fluye
en silencio, no canta como las aguas
traviesas, ni se perfuma de flores la
carne limpia y honesta. El agua de
los jagüeyes, desde su sombra discreta, mira de lejos al campo marchar cantando a la fiesta, ve pasar a
sus hermanas con guirnaldas en las trenzas,
voluptuosas de fragancia, borrachas de primavera. Ella se queda mirando con ojos
de Cenicienta y sumerge el corazón dentro de su linfa tierna. Casi no se
oye el latido del reloj de su paciencia. Pasan
las nubes remotas allá arriba, en
donde vuelan los zamuros ambiciosos que se aburren de la tierra...” (AF)
En El Manteco, recuerdo cerca de un sitio llamado La Laguna, brotaban unos chorros de agua, muy cristalina y los que se llamaban ojos de agua. Serían jagueyes? Me encantan las crónicas de Américo Fernández
ResponderEliminarRECUERDOS DE MI NIÑEZ: UN ALJIBE QUE ESTABA EN NEGRO PRIMERO EN LA INTERSECCIÓN DE LAS AVENIDAS REPÚBLICA CON 17 DE DICIEMBRE EN EL PATIO DE LA FAMILIA ORONOZ, BROTABA AGUA LIMPIA Y CRISTALINA CON UN SABOR AGRADABLE QUE REFRESCABA A TODO EL QUE LA TOMABA.
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