Alejandro de Humboldt cuando exploró el Alto Orinoco, acompañado de Amadeo Bonpland en su extraordinaria como inigualable aventura científica, le llamó la atención una fruta que consumían los indígenas y la cual identificaban como Topiro.
Esa fruta de consumo humano,
prácticamente desdeñada, que no ha podido trascender ni replantado el
árbol en otros predios de la
civilización actual, ha sido objeto de estudio por Luisa Torres de Martí,
profesora de la Escuela de Biología de la Universidad Central de Venezuela,
adscrita al Departamento de Genética, y
según ella, la fruta del Topiro tiene propiedades alimenticias que por su alto
valor puede ser una fuente de ingresos si se la cultiva con fines de
explotación.
El Topiro, del mismo tamaño de la
mandarina, es muy jugoso y de un sabor ácido que no por tal deja de ser grato
al paladar. La planta no llega a una
altura superior de los dos metros y su fruto es de gran valor nutritivo debido
al poder vitamínico contenido en su jugo.
Por otra parte, la planta tiene notable resistencia a las enfermedades
del trópico y en ese sentido se parece
mucho al Merey. Humboldt observó que los
indígenas maquiritare y waica la ingieren como parte de su dieta diaria.
En el Jardín Botánico de la Universidad Central ya se
han hecho experimentos mutagénicos a fin de establecer las bases para la
explotación en gran escala, con lo cual se incluiría un estimable renglón a la
fruticultura criolla. Sin embargo, en el Jardín Botánico del Orinoco no ha sido
cultivada esta planta descrita por Humboldt.
No creo sea por la falta de recursos para las expediciones de
investigación que esta obligada a hacer en el interior de Guayana.
Al doctor Paúl Von Büren, cuando era Presiente de la Fundación, le
pregunté y me dijo no conocer la planta, pero sabía de su existencia en el Alto
Orinoco y en el Amazonas y por la literatura que acopia la describe semejante
a otra conocida como Lulú o Cocona.
Se ha observado
que es muy ramificada y que carece de espinas, no se conocen cultivos
urbanos, es ácida, de propiedad astringente, no contiene azúcares y suele ser
consumida en el Alto Orinoco en estado natural, es decir, cruda, y también en
refrescos, jaleas y mermeladas.
Entre otros frutos que consumen los naturales del Alto
Orinoco está asimismo la juvia, cuya cosecha celebran con danzas. La juvia es uno de los árboles más notables
de la selva. Comúnmente se conoce como
castaña, maduran a últimos de mayo y son del tamaño de una cabeza de niño. El sabor es muy agradable, de abundante
aceite y tan solicitada por los indígenas, mucho más que los pijiguaos difícil
de trepar por su gran sumatoria de espinas.
El Pijiguao es una planta que mide hasta más de 25
metros de alto, apreciada y cuidada por los aborígenes porque les da unos
frutos deliciosos que ellos cosechan anualmente sin tener que cortar la mata.
Se preguntarán ustedes, cómo hacen para obtener los frutos si todo el tronco
está lleno de espinas? Ellos se las arreglan inteligentemente. Han inventado un
andamiaje de lianas y por ellas trepan con agilidad felina sin que los alcancen
las púas. Los indios son conservacionistas por naturaleza. Se diferencian
bastante de aquellos aventureros que, para lograr el Bafatá, el caucho o el
Pendare, muchas veces tumbaban el árbol por la comodidad de practicarle sin
mucho riesgo las incisiones en el suelo.
Así de esa forma ignorante como depredadora fueron acabando con las
plantas mientras los científicos exploradores llevaban las semillas a otras
tierras, tan buena como las de Guayana para ser cultivada a gran escala. (AF)
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