Fumar el tabaco para transportarse hacia un plano superior y
conjurar determinado peligro mediante una oración es lo que hacen quienes se
dedican a la santería y otras variantes propias de la cultura primitiva en que
el chamán juega rol destacado.
Siendo Guayana
región de numerosos grupos y lenguas indígenas, lógico es que el chamanismo o
hechicería que le son propios se haya extendido y perdurado, preferentemente en
las zonas rurales y en las clases menos favorecidas por las bondades de las
ciencias.
Pero el chamán
utiliza el Yopo, que es sin duda un alucinógeno más fuerte que el tabaco, para
invocar a sus espíritus mientras que el hechicero de nuestros días utiliza el
Tabaco que es tan americano como el Yopo.
Cristóbal Colón dio cuenta de esta rama que hoy producen más de 100 países
del mundo, gracias a Francisco Hernández de Toledo que lo introdujo en España a
Jean Nicot que lo llevó a Francia y al pirara Francis Drake que lo llevó a Inglaterra.
El tabaco es para el
campesino guayanés lo que el yopo para el indio y la coca para el boliviano, un
buen estimulante y apaciguador del hambre, pero como cualquier alcaloide
produce adición, y aprovechado en extremo produce problemas circulatorios y
pulmonares. De esto último poco se preocupan los hechiceros que absorben con
intensidad las toxinas de la nicotina a la hora de invocar los espíritus que
según sus creencias tienen el poder del bien y del mal.
Junto
con Germán González Seguías me tocó satisfacer la curiosidad a través del amigo
Ernesto Alcalá, para presenciar en el barrio La Lorena uno de esos rituales
que acostumbran quienes se dedican a través del tabaco invocar ciertos
espíritus como el de Negro Primero, el Negro Miguel y el Negro Felipe para que
respondan a través del fumador interrogantes de los interesados presentes.
A Germán lo sacaron
porque la forma como la hechicera tomaba
ron y chupaba el tabaco le causaba hilaridad.
Yo, por mi parte, resistí el humo chamuscado y el penetrante aroma del
ron de 45 grados.
Juana Petra a quien
vemos en la gráfica utilizando un habano como medio de comunicación de su
ritual y cuyo nombre seguramente le sirvió al poeta Víctor Medina para una de sus composiciones musicales,
comenzó con una invocación y finalmente con un conjuro. En el patio de la casa, se hallaban mujeres
que habían perdido o sentían sus maridos muy ausentes y querían que Juana Petra
las ayudara y ésta después de unos cuantos tragos y fumadas, cerró los ojos y
alzó la voz:
“Ofrezco los humos
de mi tabaco a los cinco sentidos, pensamiento y persona de Mauricio Sanguino. Invoco
a los cuatro vientos para que donde quiera que esté venga desesperado, humilde
y manso como Jesucristo llegó manso y humilde a los pies de Poncio Pilatos.
Invoco a San Marcos de León para que me lo amanse de pies, manos y corazón, así
como amansó al León y las otras fieras del monte”.
Después de esta invocación vino la
conjuración: “Yo te conjuro Mauricio Sanguino desde
la cabeza hasta los pies, vena por vena, nervio por nervio como reducido te
tengo a mí; espero y confío que no podrás estar con mujer alguna, si fueras a
estar, tus fuerzas se han de agotar como se le agotaron al Divino Señor”.
Luego de una pausa, la doña hizo una cruz
con la mano derecha al tabaco bendiciéndolo tres veces seguidas. Finalmente
ofreció la Oración
del Tabaco al Santo Ángel de la
Guarda instando a la mujer a su lado decir: “… si
tienes pies, me busques, si tienes piernas me alcances, si tienes manos me
tientes, ojos me veas, si tienes oídos me oigas, si tienes mala intención
devórala, por Don Juan del humo para que con el humo del tabaco me lo hagas
vencer y rendir a mis pies por la rama carmelita y Santa Marta del Monte”. (AF)
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