Los tres poderes: la Reina, el
Alcalde y el Gobernador. La Reina, en el
centro como siempre, es la más débil, pero la que tiene mayor poder de
seducción, la que deslumbra y subyuga por su belleza. Los otros poderes se rinden a sus pies y para
halagarla son capaces de cualquier cosa a expensa de sus fortalezas.
La Reina igualmente es capaz de cualquier cosa a expensa de
su belleza para hacer que los adversarios aflojen el corazón y sonrían hasta en
los momentos de conflicto y mire si los hubo aquí en Bolívar en tiempos de
Jorge Carvajal y Andrés Velásquez.
Durante el curso de la campaña electoral se dijeron y se tiraron con
todo, pero luego del triunfo fueron capaces de conciliar para beneficio propio
y de las mayorías que los eligieron. Así
es y debe ser siempre la democracia legítima.
La democracia es la cultura de la discusión, la
confrontación dialécticamente ideológica y programática, sin odios ni
complejos, sin rencores ni revanchismos. La democracia no debe interpretarse ni
ejercerse en función de intereses sectarios, sino amplia y universalmente, de manera que sus bondades
que las tiene y son muchas, nos arrope a todos.
La democracia es convivencia, comprensión, igualdad,
libertad, justicia, paz La democracia no
admite egoísmos, parcialidades fanáticas, no admite amenazas, chantajes,
descalificaciones, insultos, discriminaciones.
La democracia es una cultura, un sistema de vida. Pero hay que aclarar que la democracia no es
algo que nos cae del cielo, sino algo que se construye, que se edifica cada día
y que hay que defender técnicamente, racionalmente para lo cual hay que creer
en ella y en ella va implícito como cuestión sustancial los valores éticos.
Así nos dijo en cierta ocasión el profesor de teoría
política, Marcos Cupulo subrayando eso, que sin valores éticos no se puede
concebir la democracia. La democracia
nada más para justificar un proceso político sería como fabricar una máquina
política para obtener consenso y, en consecuencia, la peor de las dictaduras.
Un modelo social y político nada más para justificar el consenso, alejaría la posibilidad del individuo para afirmar sus valores.
Y si bien, como dice Cupulo,
la democracia hay que construirla, no olvidemos que en ella juega papel
importante la educación. Es lo que cree
el profesor Luis González Cordero y al
tocar ese aspecto resalta la figura de Bolívar. El Libertador supo ver en su
exacta dimensión el valor y la importancia de la educación en función de la
Democracia tanto para el ejercicio de ella como para ejercer los derechos
políticos y sociales.
En todo caso, tiene
que ser una educación de la inteligencia y del carácter. No sólo para el saber, sino también para la
virtud. Nuestra escuela, por lo tanto,
tiene como obligación el cultivo de la vida democrática que equivale a enseñar
a convivir, a cooperar, a respetar lo diferente y lo contrario en los otros
para sí llegar a comprenderlos a ellos y a nosotros mismos. De nuestra conducta a la hora de votar y
escoger a los miembros de los poderes depende la existencia impecable y
perdurable de la democracia. Hay que
saber elegir, no hay que dejarse influenciar y menos dejarse complacer por una ayuda, una dádiva. Cuando se ingresa al cubículo electoral para
elegir, hay que hacerlo desprejuiciado, deslastrado de todo compromiso, excepto
el que uno tiene consigo mismo y el país como un todo.
La Democracia, en
todo momento y circunstancia es la Reina, debe tenerse y venerarse como una
Reina, una bella soberana que tutela los poderes y que como el símbolo de la
fotografía, sabe y hace sonreír, pero que tiene, aunque pintada, bien afiladas
las uñas para defenderse de cualquier eventual satrapía.
Muy Bueno!
ResponderEliminar