Francisco
Antonio Zea, no obstante su sabiduría, padeció cierto complejo por su nariz
demasiado notoria, grande y aguileña sin duda.
Lo llamaban “narizón” allá en Colombia de donde era, específicamente de
Medellín, donde nació el 23 de noviembre de 1766, así como a Bolívar allá mismo lo odiaban sus adversarios políticos
con el cognomento de “longaniza”.
El apodo ha sido de siempre y hay de todos los tipos,
desde el apodo romántico y cariñoso hasta el que ridiculiza y destaca los
defectos. Lo de Zea no era un defecto
propiamente dicho. No se puede señalar
como defecto el tener una nariz como la de Cirano de Bergerac que era grande
como la de Zea, pero muy natural. de ninguna manera como la de Pinocho castigado por
decir tantas mentiras.
Zea era botánico y seguramente que por ese lado estaba
agradecido de tener una nariz como la que lo caracterizó durante sus 52 años de
vida, pues podía olfatear mejor los aromas de las flores y de las plantas,
sobre todo, el de las flores que en Medellín se pierden de vista, tanto así que
todos los años presentan su Feria de las Flores.
Cuánta vida se hubieran dado los caricaturistas de hoy
si el Licenciado Francisco Antonio Zea, en vez de 1819, hubiera sido Presidente
del Congreso ahora. Zea, nacido en Medellín en 1770, alcanzó a orillas del
Orinoco las más altas posiciones. Además de diputado por Caracas al Congreso
Constituyente de Angostura en 1819 y del cual fue presidente, dirigió el Correo
del Orinoco. Estuvo encargado de la presidencia de la República en ausencia del
Libertador. Después cumplió misiones diplomáticas y en 1822 murió a orillas de
otro río Avon, en Inglaterra, cerca de
la casa donde nació William Shakespiare, el diamante de la literatura inglesa.
Francisco Antonio Zea, además de periodista y político
notable de vasta cultura, ejerció la dirección del Jardín Botánico de Madrid y
la cátedra de ciencias naturales que abandonó para asumir la de miembro de la
Junta de Bayona y luego Presidente de Málaga hasta que resolvió en 1816
incorporarse a la lucha por la libertad de los pueblos de América.
Los bolivarenses agradecidos de la presencia y
actuación de Zea en la Angostura del Orinoco, le han levantado, bustos, calles
y escuelas. En el Paseo Orinoco mora desde el siglo diecinueve sobre una peana,
el busto de mármol del prócer, pero si usted lo observa bien verá que es de
mármol y tiene la nariz rota. Es decir,
que quien se la rompió le llamaba tanto la atención su abultada nariz que no
resistió la tentación de hacerla más notoria desfigurada. Y ¿saben ustedes
quién fue el autor? Sorprendentemente,
se la rompió cuando era un mozalbete travieso, el ex Gobernador del Estado,
doctor Alberto Palazzi Pietrantoni (1979-82). El mismo lo recordó a propósito durante una
tertulia, pero no fue capaz de reparar el daño que seguramente en su época de
estudiante pasó desapercibido, por lo menos para las autoridades de
entonces. Y para las de ahora también,
pues el busto modelado en mármol italiano del prócer de la independencia venezolana-neogranadina
permanece con su nariz, además de rota, algo así, diría Camilo Perfetti, como la del
Chingo Granado.
Yo creo que en Francia también existe un busto de
Cirano de Bergerac que como Zea tenía una nariz descomunal. Cyrano de Bergerac fue un soldado poeta, orgulloso
y sentimental, pero su mayor problema era poseer una gran nariz que lo conducía
hasta el ridículo. No creo que Zea haya
sido objeto de mofa por su nariz, en todo caso, su sapiencia hacía que se
notara menos. Lo ingrato es que al
mármol del paseo Orinoco ningún gobernante haya podido contratar a un cirujano
plástico para que le practique una rinoplastia. (AF)
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