Ningún
otro en Ciudad Bolívar tuvo el privilegio de ser chofer de tantos gobernadores. La regla general siempre ha sido que la separación o sustitución electoral de un Gobernador implica de hecho la caída de sus
funcionarios más cercanos incluyendo al chofer de su automóvil oficial. Silvio Santamaría podríamos decir que fue la
excepción. Estaba hecho el hijo del gran
ejecutor del cuatro, Nicanor Santamaría, de una pasta humana tan especial que
ningún mandatario se atrevió a sustituirlo.
Era algo así como el chofer vitalicio de los gobernantes.
El no sustituirlo también tenía la
ventaja de poder el gobernador entrante enterarse de muchas cosas pues el
chofer como el mesonero y el peluquero, siempre saben más de la cuenta y eso es
importante pues las percepciones subalternas ayudan a entender mejor las
peculiaridades de ciertas realidades gestionadas.
Por el volante de Silvio pasaron,
sentados muellemente en el asiento trasero, unos cuantos gobernantes y varios
alcaldes o Presidente Municipales como se llamaban antes, desde el Gobernador
Diego Heredia Hernández pasando por Leopoldo Sucre Figarella, Rafael Sanoja
Valladares, Pedro Batistini Castro, Raúl Vásquez Zamora, Elías Inaty, René
Silva Idrogo, Jorge Carvajal y paremos de contar. Por supuesto, menos aquellos que se
sucedieron después de la muerte del chofer de los que pocos seguramente se
enteraron.
Murió en silencio un hombre tan público
como el chofer del gobernador. Silvio
Santamaría tenía la virtud de ser parco en el hablar, no por que lo fuese por
naturaleza sino porque no disponía de tiempo ni siquiera para atenderle a su
familia. Permanente en todo tiempo tras
del volante del carro oficial No. 1 así estuviese estacionado a la espera del
magistrado ya éste en su despacho, en su residencia, de visita o en alguna
recepción oficial o privada. Silvio
podía aguantarlo, bien por que estaba habituado, o porque estaba hecho de esa
manera donde la paciencia se identifica con el aburrimiento sin más salida que
la resistencia porque en ese oficio es indispensable callar, tolerar, estar
alerta, ser solícito y actuar con destreza, agilidad, lealtad y esmero.
A un chofer como Silvio le estaba
prohibido dormirse en el volante con el auto en marcha o parqueado; sin embargo
un mal día lo sorprendió Morfeo acompañado de nuestro fotógrafo. Era que ya Silvio estaba en sus finales, sin
poder echar el resto como un día en el ensogado del Cine América pudo darlo
todo por coronarse ganador frente a cualquier púgil del patio o fuera de él.
Porque antes de ser fino conductor de
vehículos oficiales, Silvio Santamaría fue boxeador de los buenos, capaz de
participar en dos mach una misma noche,
vale decir, una misma noche en el Cine América y en el Cine Mundial o el
Circo de don Víctor Monedero. Hasta la
mitad del siglo pasado el cine América en el Paseo Falcón y El Mundial en la
calle Bolívar, no sólo proyectaban películas sino que también tenían su temporada
de boxeo, lucha greco romana, espectáculos de magia, actuación de tríos y
cantantes como Tito Guizar, considerado el primer héroe cinematográfico
mexicano y con el cual se inició el popular charro. Alto, elegante y atractivo, muchos lo
consideraron la versión latina de Roy Rogers. Fue protagonista de la primera película
mexicana que trascendió fronteras: "Allá en el Rancho Grande," con Esther
Fernández como dama joven y con la cual se llenaron los cines de Ciudad Bolívar
Silvio Santamaría estuvo en primera
fila viendo a Tito Guizar en el Cine Royal, bien espabilado y muy lejos de
Morfeo, pues contaba entonces con tiempo suficiente porque ni siquiera pensaba
en conducir carros oficiales con la primera autoridad de la región en el
asiento trasero.(AF)
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