Con la finalidad de mantener un “Diálogo entre Civilizaciones” la capital del estado Bolívar fue el escenario de la VI Cumbre Ambientalista de Guayana, que tuvo como norte resaltar un plan conjunto para la conservación y resguardo del ambiente, a través de la educación, como estímulo en el colectivo general.
El acto de instalación de esta VI Cumbre Ambientalista de Guayana se realizó a partir del 21 de junio de 2001 y estuvo a cargo de la ministra del Ambiente, Ana Elisa Osorio, quien junto al presidente del Ateneo Ecológico del Orinoco, Ricardo Aquino, el alcalde de Heres, Lenín Figueroa, y Dilia Parra, dieron inicio a este evento, único en una región como Bolívar, donde se encuentra la mayor reserva de recursos naturales.
Inexplicablemente las cumbres de las Américas desarrolladas desde 1994 hasta 2015 han pasado por alto el tema ambientalista. La que estuvo más cerca fue la III cumbre celebrada en la Ciudad de Quebec, Canadá, del 20 al 22 de abril de 2001, la cual puso énfasis en 18 temas que resultaron en 254 mandatos sobre los siguientes asuntos: democracia, derechos humanos, justicia, seguridad hemisférica, sociedad civil, comercio, gestión de desastres, desarrollo sostenible, desarrollo rural, crecimiento con equidad, educación, salud, igualdad de género, pueblos indígenas, diversidad cultural, la niñez y la juventud.
En la VI Cumbre de Cartagena había la esperanza de que se tratase el tema, pero la atención de aquella cumbre se centró en lo económico. Los dos gigantes del Continente, EE UU y Brasil, polarizaron la escena. Lo único que quedó claro es que Brasil buscaba un Tratado de Libre Comercio, como el que exitosamente llevan los EE UU, México y Canadá.
El tema ambiental, una vez más no fue parte de la agenda. El desarrollo comercial se situó como lo relevante. El descontrol climático, hoy llamados los fenómenos de la Niña y el Niño, siguen severamente impactando las costas de América del Sur y América Central, produciendo fuertes inundaciones, deslaves y centenares de muertes a su paso.
Es un problema real que sufre el Continente y que los países de la región no están preparados ni para enfrentarlos ni mucho menos para dar las alertas para el resguardo oportuno de la población. Indefensos e indiferentes, así están nuestros pueblos y nuestros políticos.
La explotación infantil, específicamente en Latinoamérica, rige el destino de casi un millón de infantes, repartidos entre los basureros de sus 11 mil municipios, las minas de cielo abierto, la explotación de oro y diamantes.
El agua potable, del cual más de una tercera parte de la población en el subcontinente no dispone. El acceso a agua dulce y su saneamiento es insuficiente. Se estima que aproximadamente 80 millones de personas o el 15% de la población de América Latina y el Caribe no tiene acceso a una fuente mejorada de agua y 160 millones o el 28% no tenía acceso a saneamiento básico adecuado.
Europa, Medio Oriente, África y una buena parte de Asia se comieron sus bosques. ¿Cuál es el problema que América se coma los suyos? ¿Es que no tenemos derecho? Así el Sr. Lula, ex presidente de Brasil, justifica el desastre ambiental que se lleva a cabo en América de Sur. ¿Será esa manera de administrar los recursos naturales de su país el modelo a imitar? Y Venezuela no se queda atrás. Recientemente en el Caura y Canaima, los primitivos habitantes de esas regiones boscosas debieron tomar acciones contra militares e instalaciones públicas para hacer sentir su protesta contra la desforestación y la minería ilegal que arruinan bosques, suelos y aguas de esos ambientes edénicos.
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