Luego de muchos meses asegurando que “la economía venezolana es la más sólida del continente” y rechazando cualquier posibilidad de control de cambio o devaluación de la moneda, anoche en cadena nacional de radio y TV, el presidente Hugo Chávez admitió la realidad de un profundo déficit fiscal en el presupuesto del 2002 que calculó en 6 billones de bolívares; admitió también una gran fuga de capitales y la caída drástica de las reservas internacionales de 15 a 10 mil millones de dólares, por lo que anunció algunas medidas de ajuste fiscal y una modificación sustancial en la política cambiaría del sistema anterior de bandas, controlada por el Banco Central, a una flotación libre que en los hechos significa una devaluación del bolívar. Al siguiente día, el dólar se disparó a más de 1.000 bolívares.
Desde entonces a esta parte, el país no ha podido mejorar. El presidente Nicolás Maduro, luego de una gira por siete países para conseguir recursos financieros, encontró la economía petrolera al borde del desastre y a los venezolanos desesperados por hallar productos básicos en los estantes vacíos de los supermercados.
La crisis es la más terrible desde el golpe de 2002 que destronó brevemente a Hugo Chávez. Desde el 2002 se viene diciendo que el país se está derrumbando; sin embargo, nunca antes habían coincidido al mismo tiempo las crisis económica, política y social en el país.
De los ingresos por exportaciones de Venezuela, 95% corresponden al petróleo. Los precios del crudo más pesado de Venezuela han llegado hasta más abajo de los 50 dólares el barril por primera vez desde 2008, una pérdida de más de la mitad de su valor desde septiembre del año pasado.
La crisis en Venezuela es una situación que se ha venido gestando desde hace mucho tiempo. Incluso antes de que la caída de los precios del petróleo estrangulara el flujo de divisas extranjeras, el país estaba sumido en una recesión desde hacía un año y su inflación se encaminaba a los tres dígitos. De acuerdo con una encuesta de Datanálisis, la popularidad de Maduro cayó en diciembre a 22%, su nivel más bajo desde que asumió la presidencia en 2013.
A pesar de las deudas millonarias que ha venido adquiriendo el país, especialmente con la china, no ha podido oxigenar la situación financiera. Los inversionistas han elevado el precio de la póliza para protegerse de lo que consideran una inminente suspensión de pagos.
El ambiente de desesperación es palpable en todo el país. Han aumentado las dificultades para encontrar artículos en el mercado negro que habitualmente es próspero, un indicio de que el gobierno se queda con los dólares obtenidos por la venta de petróleo en lugar de ponerlos a disposición de los importadores que los necesitan para la adquisición de mercancías.
La oposición confía con vistas a las elecciones legislativas de diciembre conseguir el control del Congreso, desde donde forzaría un cambio político y económico al mismo tiempo que un cambio en el comportamiento parcializado de las instituciones.
A la fecha, no ha habido señales manifiestas de deslealtad o nerviosismo entre las fuerzas armadas, las cuales aumentaron considerablemente su preponderancia durante el gobierno de Maduro. Sin embargo, los observadores advierten de condiciones similares a las de 1992.
Esa fue la última ocasión en que un gobernante viajó al extranjero en medio de los últimos estertores de una crisis económica propiciada por la súbita caída de los precios del petróleo.
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