Luz Machado, Premio Nacional de Literatura y Premio Municipal de Poesía. Nació en Ciudad Bolívar en tiempo de eclipse y murió en Caracas también en tiempo de elipse.
La escritora bolivarense murió en Caracas, el miércoles 11 de agosto de 1999, a la edad de 83 años y seis meses. Había nacido el 3 de febrero de 1916. Hija del ilustre jurisconsulto José Gabriel Machado, descendiente directo del prócer de la independencia José Tomás Machado. También ella, tal vez sin proponérselo, sino por su exquisita sensibilidad literaria, llegó a ser notable a través de su tiempo vital que traspuso la octogenariedad. Digna longevidad como la de sus ancestros, con los cuales, eslabona la continuidad de un extraordinario aporte, universalizado al ámbito nacional, en este caso, el aporte de su extensa y acendrada producción literaria que le mereció en 1946 el Premio Municipal de Poesía en Caracas y en 1986 el Premio Nacional de Literatura.
La poeta que comenzó a dar sus pininos en la revista Alondra de Anita Ramírez, escribió y publicó los siguientes libros: Ronda, Variaciones en tono de amor, Vaso de resplandor (Premio Municipal de Poesía), La espiga amarga, Canto al Orinoco, La casa por dentro y poemas sueltos, Sonetos a la sombra de Sor Juana de la Cruz, La ciudad instantánea, Sonetería, Retratos y tormentos, Palabra de honor, A sol y a sombra. A estos hay que sumar libros de prosa como Carta al señor tiempo, Cinco conferencias de Pablo Neruda, Crónicas sobre Guayana, El Abuelazgo e Imágenes y testimonios.
Luz Machado me contó en vida haber nacido en la parte más alta de Ciudad Bolívar, en el instante que salía el sol de un eclipse y, extraordinaria coincidencia, su muerte también ocurrió en ese momento en que el sol fue eclipsado por la luna. Nada simbólicamente más elocuente, por haber nacido justamente cuando el sol salía de un eclipse, sus padres, el doctor José Gabriel Machado y Maria Sofía Aguilera Alcalá de Machado la bautizaron con el nombre de Luz. Y Luz se quedó desde que nació en casa llena de reminiscencias que envuelven toda la época de su tatarabuelos, el capitán de navío José Tomás Machado, diputado del Congreso de Angostura y firmante de la ley que creó la Gran Colombia; de su bisabuelo, Serapio Machado, quien fue gobernador de la Guayana al igual que su abuelo Tomás Machado Núñez.
Luz Machado, con quien tuve comunicación recordaba en vida una infancia feliz en una Ciudad Bolívar tranquila, sin más ruidos que los sonidos gratos de un pico-de-plata entre los helechos colgantes en el dintel del patio y de las campanas de la catedral, de una dimensión extraordinaria, porque además, de su hermosísimo sonido, era anuncio constante del tiempo sucesivo, pasando, y de todo cuento era atinente a la finitud mortal. Su infancia transcurrida entre la austera vida doméstica de su casa, los profusos acontecimientos religiosos de la catedral, donde su hermana mayor era organista; velada benéfica en el Teatro Bolívar, el colegio de doña Isabel Rivas Salom, el taller de manualidades de Maria de las Nieves Machado de Guevara, la Escuela Federal Graduada Zea que dirigía Anita Ramírez, cuya cercanía ejerció influencia en su iniciación literaria, y que otros paseos por los hoy menguados ríos Marhuanta, San Rafael y baños de Candelaria y La Mariquita.
Luz Machado se ausentó de Ciudad Bolívar al casarse a la edad de quince años con el poeta y político guanareño Coromoto Arnao Hernández, a quien conoció cuando tenía la ciudad por cárcel, después del alzamiento del general Gabaldón en 1929.
“El Sol, hermana Luz ¡y no te asombres! Te dejo claridad hasta en el nombre y todo el fuego suyo en las pupilas”. Ambos se fueron entonces a vivir en Barquisimeto y de ese matrimonio nacieron Nora, en Guayana; Luz, Yanette y Mariela, en Barquisimeto; Gonzalo y Dulce Maria, en Caracas.
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