El principal aliado de los
aborígenes en tiempo de la
Conquista fue el
mosquito, tanto el Darlingi que trasmite el
paludismo como el Aedes aegipti que trasmite la fiebre amarilla. Contra esta
última enfermedad sí que no había cura. Por lo menos contra la malaria se
utilizaba la corteza de la quina macerada con aguardiente. De aquí provino la
famosa fórmula del Amargo Angostura del doctor Siegert que le dio la vuelta al
mundo.
Todavía los mineros utilizan las
cortezas de la quina, pero Malariología tiene un remedio directamente más
efectivo, aunque con efectos secundarios cuando se abusa o no se administra
bien. Tales son las tabletas del grupo Cloroquina como la Amodiaquina de
150mg., que es una cura clínica contra la malaria y el Fansidar (500mg) y la
Primaquina (15mg), utilizadas en el tratamiento curativo del P. falciparum.
Igualmente el anófeles fue un aliado de los aborígenes
por el color de la piel. El anófeles prefiere la sangre de los blancos. Eso
casi está demostrado con estudios que se han hechos.
En la guerra que el hombre libra contra
el anófeles está el DDT, efectivo, inocuo y económico. Malariología, a través
de un ejército de cuadrillas, lo aplica rociando directamente a las paredes de
las casas donde suele reposar el mosquito después que introduce su lanceta en
la piel de los humanos. También, en nubulización espacial. El efecto residual
en el rociamiento puede durar hasta seis días.
Actualmente se está renovando y
reforzando ese ejército de fumigadores porque de su mística y trabajo y del
concurso que le presten los demás, depende el éxito de esta guerra, porque
según el doctor Francisco Vitanza (en la foto) es una guerra lo que se está
dando contra el vector, que incluso está desarrollando mecanismo de defensa
contra el clásico DDT.
El Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente
planteó en mayo de 2005 en la primera reunión del Convenio de Estocolmo sobre
Contaminantes Orgánicos Persistentes la eliminación de 12 compuestos
considerados "plaguicidas y productos químicos industriales peligrosos que
pueden matar a la gente, producir daños en el sistema nervioso e inmunitario,
provocar cáncer y desórdenes reproductivos, así como perturbar el desarrollo
normal de lactantes y niños", entre los cuales se encuentra el DDT, cuyas
características entran en la clasificación de: "altamente tóxicos; son
estables y persistentes y tienen una duración de décadas antes de degradarse;
se evaporan y se desplazan a largas distancias a través del aire y el agua, y
se acumulan en el tejido adiposo de los seres humanos y las especies
silvestres"
Los defensores del uso del DDT, entre los que se
incluyen científicos, estadísticos y ecologistas escépticos argumentan que este
es un método eficaz contra la malaria; afirman que gracias a ella la malaria
desapareció de Europa, donde era endémica en Grecia o Italia. En Sri Lanka, los
casos de malaria descendieron desde 2.800.000 casos en 1948 a 17 en 1963; en la
India, de 100 millones de casos en 1935, la cifra bajó a 300.000 en 1969. Banglades fue declarada zona libre de
malaria. Incluso circula la cifra que afirma que la prohibición del DDT ha
causado 50 millones de muertes.4
Defienden su idoneidad basándose en la eficacia que le atribuyen, junto con el
bajo coste de su aplicación y el hecho de que no tenga problemas de patentes.
Precisamente algunos argumentan que los motivos últimos de la prohibición están
en la propia industria, la cual, al acabar las patentes del DDT, quisieron
imponer nuevos pesticidas con patente.
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