Camino hacia la Gran Sabana, muy
cerca del río Aponguao, el ejército venezolano levantó un monumento de
reconocimiento al general Antonio Cattáneo, militar, explorador, minero,
diplomático y aristócrata, nacido en Italia y que vivió en la Guayana de las
invasiones británicas, logrando afianzar la soberanía nacional sobre vastas
regiones amenazadas por el invasor.
Antonio
Cattáneo, Conde de serrano, asimilado venezolano, junto con Lucas Fernández
Peña y el general Domingo Sifontes, fue un bastión de defensa de la región del
Yuruary y, precisamente, el monumento en su honor se levantó en una zona donde
tuvo gran actividad en rechazo de las incursiones tanto brasileras como
guayanesas. El monolito con un escudo de armas está situado en un sitio
turístico y ahora es conocido por los que trafican por la carretera que conduce
hacia la Gran Sabana.
El
Conde Cattáneo, según el libro que escribió Horacio Cabrera Sifontes en 1972,
llegó muy joven a nuestro país y aquí vivió durante 60 años hasta la hora de su
muerte el 30 de junio de 1970. Destacó por sus actividades militares al lado de
nuestro ejército, fue co.-fundador de las
actuales Fuerzas Armadas de Cooperación y se convirtió en un fiel
defensor de nuestra zona limítrofe. En tiempos de Castro desempeñó importantes
cargos, entre ellos el Consejero de la Presidencia de la República y se le
atribuye el desalojo de los colombianos
del Cabo La Vela.
Luego
de cumplir esas acciones, se vino a Guayana donde incursionó en la explotación
del oro y caucho en la selva, levantó el plano topográfico del río Venamo y fue
jefe expedicionario en varias guerras locales, entre ellas la aparatosa toma de
Guasdualito por la cual mereció el ascenso a general de brigada venezolano.
Hizo
de Venezuela su segunda patria y fue consecuente con ese sentimiento hasta la
hora de su muerte en la que sólo lamentaba no haber visto finiquitado el
diferendo con la Guayana
Británica.
Muchos
años el Conde Cattaneo vivo internado en la selva y esporádicamente venía a
Ciudad Bolívar a saludar a sus amistades, viejos mineros y balateros, a comprar
bastimento y vender una que otras pepitas de oro o piedras preciosas que
lograba manejando la bates o la Suruca en algunos de esos ríos de la Gran
Sabana. En una de esas periódicas
venidas conoció al Maestro Rómulo Gallegos cuando estuvo en Ciudad Bolívar
haciendo los contactos necesarios para recoger el material orar que requería
para cumplir su sueño de escribir la novela de la selva. En esa novela de la selva conocida con el
nombre de “Canaima” aparece la figura del Conde Cattaneo con el apelativo de
Conde Gaffaro” que conoce los secretos y misterios de ese otro mundo habitado
por tribus y animales y donde los antiguos volcanes gestaron las riquezas minerales.
El
conde Cattaneo que abandonó la placidez y buena vida en el Palacio Real de
Quirinal para refugiarse en lo más ignoto y profundo de Guayana, terminó siendo
un gran defensor de sus fronteras y un amante de su selva y su prodigiosa fauna,
de lo cual da testimonio esto que en una
parte de sus memoria quedó escrito: ““Naturalmente que el monte atemoriza al
inexperto y le hace crecer el miedo que ya él le tiene desde afuera. La pobre selva ha sido calumniada. Para mi es lo más atrayente e interesante que
pueda existir. Ver animales en su
hábitat natural, que todavía no le temen al hombre, satisface la
curiosidad. Es tan interesante, que
cuando el animal se a queda uno con el sentimiento de no haberlo contemplado
satisfactoriamente”
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