La
Sapoara, un pez de fondo, plateado, que se pesca como la Lisa de mar y cuya
carne aderezada, especialmente la cabeza, es el plato favorito de los guyaneses
por la temporada de agosto y septiembre, cuando
comienzan a bajar a medidas que el Orinoco crece y rebasa las lagunas
que quedaron aisladas durante el verano.
En agosto de 1972, la pesca de la Sapora no fue
abundante como en épocas anteriores porque los pescadores durante todo el año
estaban yendo sin control alguno directamente a las lagunas que son los habitad
del codiciado pez.
El que haya escasez o abundancia de sapoaras durante
la temporada de agosto también depende fundamentalmente del régimen
hidrológico. Cuando el río crece intensamente, establece conexiones tempranas
con las lagunas. Entonces las sapoaras pueden salir rápidamente de su
confinamiento, entrar al río y ser capturadas. Cuando la conexión se hace tarde
porque el verano ha sido bravo, se presenta irremediablemente la escasez. Otro
punto de referencia que, por supuesto, también tiene que ver con el régimen
hidrológico, es que cuando el río se aproxima o pasa de los 17 metros de
altitud sobre el nivel del mar, hay buena cosecha de sapoaras y poca cuando no
pasa de los 16 metros.
Un sistema de monitoreo de control de
pesca de la sapoara, durante la temporada, ha permitido a los biólogos
determinar que anualmente se presenta una producción que oscila entre los 20
mil y 250 mil kilogramos. La producción máxima o menor depende, como ya se ha dicho,
del régimen hidrológico del río. Alrededor de su captura se mueve un
contingente humano del orden de las 500 personas que directamente se dedican a
la pesca durante un período de 40 y 60 días.
Los estudiosos de este ejemplar de la
fauna orinoqueña han estimado la longevidad de la sapoara en seis o siete años.
Lógicamente, la probabilidad de supervivencia después de los tres años es cada
vez menor debido a que es sometida a una intensa explotación, especialmente por
la demanda y el precio cada vez mayor. Si no fuese por los depredadores, la
supervivencia de la sapoara estaría garantizada al máximo, pues llega a desovar
hasta 500 mil huevos. La cantidad de huevos depende en todo caso de la talla.
Se han capturado sapoaras con una longitud de 50 centímetros y 5 kilogramos de
peso. En las lagunas del Medio y Los Francos, contra las cuales se cometió el
ecosidio de su desconexión con el río, quedaron-aislados bancos de sapoaras que lograron tallas descomunales.
Es muy baja la supervivencia de la
sapoara y será más baja a medida que crezcan la demanda, los precios, y la
temporada se vuelva perenne pues ya se viene viendo que quienes la explotan, no
se conforman con aguardar hasta el mes de agosto, sino que van por ella hasta
su propio habitad o cuerpos de agua marginales del Orinoco. También porque,
además del hombre que la explota irracionalmente, tiene otros enemigos que son
los peces carnívoros como la sardinata, el lau-lau, el dorado, la payara y, en
general, los bagres gigantes que las devoran cuando la sapoara tiene dos o tres
meses de edad.
Se ha comprobado que el Bocachico y el
Coporo, peces pequeños, pertenecen a la misma familia de la sapoara y
prácticamente caen juntos en la atarraya del pescador. Sin embargo, el biólogo
Daniel Novoa ha dicho que en cuanto a sus facetas hay detalles reproductivos,
hay diferencias. Se ha encontrado, por ejemplo, que el coporo desova y madura
durante el primer año de vida y en el curso de la migración. Al parecer, los
movimientos migratorios lo estimulan para la reproducción.
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