Recopila las crónicas que diariamente vengo publicando en el Correo del Caroní y Red Social
viernes, 2 de mayo de 2014
PERIODISTA GABRIEL AGUILERA ORDAZ
Gabriel Aguilera Ordaz, periodista y radiodifusor de larga trayectoria en el oriente y
sur del país, falleció el16 de febrero de 1986, repentinamente en su residencia
de Ciudad Bolívar a causa de un derrame cerebral.
El colega, para el momento de su
deceso, jefe de información del matutino El Expreso, murió a los 52 años de
edad y sus restos fueron trasladados a Caracas para ser inhumados en el
Cementerio del Este, luego de ser velado en la Funeraria Vallés, en La Florida.
Recientemente había compartido en su
casa un almuerzo con Eleazar Díaz Rangel, Gilberto Alcalá y Eduardo Orozco.
Gabriel Aguilera Ordaz fue director y
redactor en la emisora “Ondas Porteñas” de Puerto La Cruz. Director de Radio Caroní en Puerto Ordaz,
pionera de las emisoras de Ciudad Guayana puesto que fue fundada en septiembre
de 1960 y pertenecía al Circuito Radio Cadena Mundial junto con la Radio
Bolívar de la cual también fue director Gabriel Aguilera Ordaz.
Formó parte
como Secretario de Finanzas de la primera Junta Directiva del Colegio Nacional
de Periodistas, Seccional Bolívar, 1976, y junto con él desde la vieja AVP se
dio la gran batalla a favor de la Colegiación cuya ley fue aprobada por el
Congreso Nacional en 1972.
Aguilera Ordaz fue excelente compañero y amigo, estuvo
siempre en primera fila de las luchas gremiales como en la bohemia bolivarense
que cuenta de él divertidas anécdotas como aquella que llenó de pánico al
comisario de la PTJ, Cirilo Perdomo
cuando uno de sus funcionarios le informó por radio-trasmisor que lo había
detenido porque le hizo una gracia de mal gusto: “Suelten a ese hombre o, mejor, métanlo en
una patrulla y llévenlo a su casa, porque si no quién aguanta mañana esa
fanfarria!”
La noticia de su muerte súbita me la dio el colega Víctor
Rodríguez Coa, Se fue temprano porque se
sentía mal, me dijo. Uno no sabe a veces cómo anda por dentro. Cómo podía adivinar en ese instante en que
la letra se hace palabra impresa en
la noticia de mañana que ese acumulador maravilloso que es el cerebro
estallaría con su carga de conflictos
emocionales de un momento a otro. No había nadie en la casa. Estaba
sólo. Nadie sino la soledad penumbrosa de la noche de San Valentín fue testigo
de su muerte.
"¡Ah Capitán, mi Capitán! Nuestro viaje
ha terminado..." Cómo esa noche, como otras noches, no lo encontré meneando su bohemia chispeante en una esquina. Tal vez habría
presentido su estado y llegado a tiempo a uno de esos sitios donde todavía se
hace algo por la vida del hombre. Pero yo
estaba en ese lapso ligando el despertar en la madrugada porque junto
con otros colegas me esperaba un viaje hasta aquella Serranía donde la tierra virgen prepara su noche nupcial con la
civilización o con parte de esa civilización que pretende encontrar vida
en otros planetas mientras aquí se agoniza por saber de dónde venimos y hacia dónde
vamos.
El día pasó entre selvas, indios, bauxita, técnicos
y burócratas mientras en Ciudad Bolívar
Misael Briceño despedía, en un avión al que hubiera querido esta tierra para sus
huesos, pero que el afecto familiar negó esa posibilidad de acoger a quien trasplantado desde los puertos de Oriente
le sirvió con la veteranía de un gran Capitán en las siempre encrespadas
aguas del periodismo y la radio.
"Falleció repentinamente Gabriel Aguilera
Ordaz", reseñó con mesura del dolor la prensa local. Fue si,
realmente, una muerte súbita que nos golpeó a todos cuando el Capitán
desplegaba las velas del silencio eterno.
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