Finalizando febrero y de manera inusual,
el Orinoco comenzó a presentar una baja considerable en el nivel de su caudal
que recordaba a los ribereños el reflujo de marzo de 1923 cuando se podía ir
saltando entre piedras, islotes de arena y troncos atravesados, de una orilla a
otra, por lo menos por su parte más angosta, vale decir, entre Ciudad Bolívar y
Soledad.
El 27 de febrero
de 1975, el Capitán de Puerto, Abraham Pérez Camejo, informaba que frente a Ciudad
Bolívar sólo era posible navegar el Orinoco a bordo de curiaras y lanchas con
menos de cinco pies de calado, porque el Río Padre estaba hecho un esqueleto de
piedras, islotes y playones.
Para esa fecha
el nivel del Orinoco era de 2,50
metros sobre el nivel del mar, mucho menos de lo que
tenía el año anterior para el mismo día.
Evidentemente, estábamos en verano y para asombro había que suponer que
el Orinoco continuaría decreciendo, como en efecto, hasta el mes de abril.
La navegación para barcos de 31 pies sólo era posible de
Punta Barima hasta Puerto Ordaz gracias al dragado constante de que es objeto
el Orinoco en ese tramo. Pero de allí hacia arriba era prácticamente imposible,
de todas maneras ese reflujo acentuado presagiaba para los entendidos que el
año siguiente la crecida sería descomunal como, en efecto ocurrió al superar el
Río la cota de 18 metros
sobre el nivel del mar.
El Bachiller
Ernesto Sifonts, observador tradicional del río durante cincuenta años, dice en
una de sus clásicas monografías del 58 que el nivel más bajo lo presentó el
Orinoco “el 23 de marzo de 1923 y fue entonces cuando se cortó, se pobló de
playones arenosos con arrecifes entre ellos y de troncos secos que impedían la
navegación, incluso de la curiara o cayuco, pudiéndose ir de una ribera a la
otra vadeando los canales o saltando por sobre las pequeñas islas”.
Así ocurrió en
1975 y en una lanche llamada “Elizabeth II” que yo tenía, me quedé varado en
medio del río con varios periodistas a bordo, entre ellos Reinaldo Maya que
trabajaba como reportero gráfico de “El Expreso”
En el tramo
Matanza a Ciudad Bolívar, con longitud de 83 kilómetros sólo era navegable parte del año por buques de hasta 9 metros (30 pies) de calado, reduciéndose a unos
2 metros (7 pies) durante el período de alturas mínimas del río.
El Instituto Nacional de
Canalizaciones había elaborado un anteproyecto de canalización de este tramo con
varias alternativas: utilizar el canal natural existente con un balizamiento adecuado y dragado
del río a distintas profundidades hasta 9,8 metros (32 pies).
El tramo Cabruta-Ciudad Bolívar
con 405 kilómetros de longitud, durante el período de aguas bajas la navegación por
este tramo está limitado a unos 2 metros (7 pies) de calado. El cauce es generalmente estable y de
carácter aluvial con ocasionales afloramientos de rocas y
escollos en su lecho y en sus márgenes.
El tramo Puerto Ayacucho a Cabruta, con 323
kilómetros presentaba diversos obstáculos naturales que dificultaban
la navegación para embarcaciones de más de 2 metros (7 pies) de calado durante el período
de aguas bajas.
Según la
Capitanía de Puerto, el raudal de Caribén representaba uno de los mayores
obstáculos a la navegación. Se presentaba una idea de proyecto para ser
estudiada, la cual consistía en un dique sumergido cuyo propósito
sería producir un aumento en el nivel del agua que facilitara la navegación
aguas arriba a través de la barra del río Meta y del raudal San Borja.(AF)
Maravillosa informacion, gracias por su magnifico aporte historico.
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