El
periodista, poeta y escritor colombiano,
Javier Auqué Lara (en la foto), llegó en mayo de 1973 a Ciudad Bolívar en busca
de materiales para escribir su próxima novela que según nos comunicó entonces,
ya tenía nombre: “Más cerca de cocodrilos y diamantes”.
Se hallaba en Caracas donde al final se
quedó, invitado por el Gobierno Nacional después de rechazar una invitación de
Fidel Castro para visitar Cuba, decepcionado porque su novela “Los
muertos tienen sed”, editado por Montes Ávila, que le envió a través de
la Embajada, tuvo de respuesta la simple nota de una secretaria que le decía “haber
entregado el libro al Héroe de la Sierra Maestra”.
Javier Auqué Lara vino a Guayana
invitado por el Cónsul de Colombia Omar Nieto Camargo, quien esos días donó a
la Casa de San Isidro un rifle de 1819 utilizado, en la Batalla de Boyacá, por
el Ejército Libertador. Ese rifle
hurtado hace dos años, fue recuperado por la PTJ y retornado a su lugar..
Javier Auque Lara para poder mantenerse
un tiempo en Ciudad Bolívar, suficiente como para ambientar su novela “Más
cerca de cocodrilos y diamantes” debió trabajar como jefe de prensa de
Radio Bolívar y matar algunos tigres en el matutino “El Bolivarense”.
Además de “Los muertos tienen sed”, Javier es
autor de “A Fraia” (poemas negros),
y “Diario de un Marihuano y otros cuentos”.
Consecuencia directa de su estancia y
vivencia en Venezuela son una obra sobre los indocumentados a la cual dio el
nombre “Colombianos del c…” y otra titulada “Belkiks, una p… caraqueña”.
Para escribir sus novelas, Javier Auqué
Lara empleaba la técnica de Steibeck y de Oscar Lewis. Es decir, hablaba, grababa en una cinta
magnetofónica y luego una secretaria ponía esto en cristiano.
Javier Auqué Lara nació en Barranquilla
en 1923. Fue periodista de amplia trayectoria en
Colombia y en Venezuela publicó libros de grandes reportajes, cuentos y novelas
realistas como |Los
muertos tienen sed (1969) sobre la matanza de 1928 en la zona
bananera; |Colombianos
del c... (1974),
sobre indocumentados colombianos en Venezuela, y |Diario
de un marihuano y otros cuentos (1956). En poesía: |A-Fraia.
Poemas negristas (1960),
«un libro de primer orden. Un libro de buena poesía nuestra, criolla, tropical.
Pero al mismo tiempo inteligente, sin retórica. De auténtico nacionalismo
litoral, de poesía hemisférica en su mejor esencia», dice Uriel Ospina.
Con su novela
“Colombianos del c…” concurrió y luego
se retiró en el Concurso Rómulo Gallegos
de 1977, según se desprende de una
carta enviada a Luis García Morales, Presidente de Conac:. Dice Javier que por el respeto internacional que merece esta cimera
figura de Gallegos, “retiro mi obra porque veo claramente una desfiguración del
propósito inicial, y una intención de convertir a un grandioso concurso en una
farsa chucuta, como diría mi ilustre amigo el doctor Juan Pablo Pérez Alfonzo,
en donde se adjudica el premio a la machimberra, sin respeto de quien da nombre
al concurso ni de quienes participan en él.
“Hay signos muy dicientes, que podríanCaracas, Abril 7 de 1981
Don
Américo Fernández
Corresponsalía de "El Nacional"
Ciudad Bolívar- Edo. Bolívar
Muy querido y noble amigo:
¡Al fin escuchaste mi cantaleta, y te dispusiste a lanzar, en tomo especial, tus magníficas producciones periodísticas! Es, pues, honor y satisfacción especiales, cuya paternidad no me la dejo quitar, tan fácilmente...
Por cierto que no es poco lo que tendré que aprender con el bello obsequio de tu "Cronología de Venezuela"! Un título llamado a convertirse por el legítimo derecho de su elevada jerarquía intelectual, y por la sólida base investigativa en él adelantada-, pues, en libro de obligada lectura de todas las escuelas y liceos de la República.
Te remito mi última salida editorial. En ella se inspiró alguien para lanzarse, con paracaídas y todo, por la senda de una serie exitosa en lo económico. Recordaré, a propósito, lo dicho por el clásico español, a este respecto: "De nuestros imitadores serán nuestros defectos!"
Te abraza, muy feliz con tu sorpresa bibliográfica.
servir de prueba fehaciente a la anterior afirmación. Resulta físicamente
imposible que el ilustre jurado seleccionado para la escogencia de la obra
premiada, pueda leer, en el lapso de tres meses “90 días” un número de 120
obras presentadas. Si, en promedio, cada una de dichas obras suma unas
trescientas páginas, tendríamos que el acervo arrojaría 36.000 hojas impresas.
Dividida esta cantidad entre los 90 días que representa el lapso de tres meses,
tendríamos que los caballeros del ilustre jurado, necesitarían leer la friolera
de cuatrocientas páginas en jornadas diarias…”
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