El
22 de octubre de 1975, por la noche, don Antonio Sigisberto Pulido (en la foto), fue objeto de un
homenaje organizado por la Cámara de Pequeños, Medianos Industriales y
Artesanos de Ciudad Bolívar dada su
suerte y constancia de ser el único sobreviviente de toda una legión de
artesanos que se iniciaran como
zapateros a comienzo de los años 30.
Don Antonio Pulido, de piel oscura como
sus ascendientes, ya septuagenario, pero siempre bien vestido con chaleco,
bastón y sombrero chambergo, había cumplido 46 años confeccionando zapatos a
punta de aguja y a un precio que generalmente y no obstante la calidad óptima
del producto, estaba muy por debajo del
valor del zapato de manufactura nacional
y extranjera.
Todo tipo de calzado confeccionaban las
manos expertas del viejo artesano, incluyendo el ortopédico, pero debido a la
competencia del mercado surtido industrialmente por las modernas tecnologías
del calzado y a la escasez de artesanos del oficio, debía limitarse a una
producción por encargo, limitada, apenas unos diez pares semanalmente.
Decano de los zapateros artesanos de la
ciudad, Pulido ostentaba el mérito de ser pionero del movimiento obrero y artesanal organizado desde los tiempos de la dictadura
gomecista y desde allí alentó a los
caleteros para que emprendieran una protesta contra el Administrador de la
Aduana que había comprado un camión para competir ventajosamente contra ellos. Pero como eran tiempos de la dictadura la
protesta no surtió el efecto deseado sino que se volvió bumerang contra unos
cuantos.
Pulido fue uno de los primeros en
introducir la motocicleta en Ciudad Bolívar.
Por las tardes y con mayor justificación domingo y días feriados, hacía
tronar su máquina calle arriba y calle abajo, pero a velocidad moderada. La costumbre de pasear en moto le duró hasta
1968 cuando las máquinas se multiplicaron y llenaron las calles de la ciudad
con su secuela de accidentes, pérdidas de vidas, lisiados y ruidos
ensordecedores.
Nació este artesano bolivarense el 16 de septiembre de 1905 en una ciudad
alumbrada con faroles desde las seis de la tarde que el farolero amado de una
escalera y una lata de kerosene recorría todas las calles.
Antes de ejercer el tradicional oficio de
zapatero, Pulido trabajó a muy temprana
edad en la Cervecería de Ciudad Bolívar que debido a la escasez de materia
prima provocada por la Segunda Guerra Mundial, sólo permaneció activa hasta 1938.
El oficio de
zapatero comenzó a ejercerlo a los 17
años bajo la guía del margariteño Jesús María Quijada, el zapatero muy de moda
en ese tiempo. Él le enseñó el oficio que lo llevó a Caracas a encargarse de la
Zapatería de César Alcalá, después en 1934 se hizo zapatero independiente. Entonces un par de zapatos costaba cuarenta
bolívares el más caro y 20 el barato. Y
esto era posible debido a que dos bolívares costaba el kilogramo de suela.
Su mejor época fue la comprendida entre los años 34 y
45. No era el único en la ciudad, lo reconoce. Santos Rodulfo y Arístides Castro
eran tan buenos como él. Dominaban el
arte, el oficio y el secreto de buen calzado cual era saberlo montar en la
horma con buena suela y excelente cocido, aunque la larga vida del zapato no
sólo dependía de ello sino que el usuario no fuese lo que llamamos “pata
caliente”..
Los zapatos los confeccionaba Antonio Sigisberto Pulido
por encargo y a la medida como bien el traje hecho por un sastre y recuerda
curiosamente haberlo confeccionado 48 para un caballero que parecía venido de
la Patagonia.
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