El Concejo Municipal y la Alcaldía tienen que actuar sin contemplaciones y con mano fuerte para frenar el deterioro del Centro Histórico de Ciudad Bolívar. El que exista una Ley Nacional del Patrimonio Cultural no excusa que se aplique rigurosamente la Ordenanza de 1987, pues ella no colide sino que coadyuva a la Ley Nacional. No es posible que el centro urbano cuya conservación marca la hora de la independencia de Venezuela se continúe deteriorando.
Existe toda una lista de agravios y desatinos. En el 2000, millones de bolívares otorgados por el Fides para revitalizar el Casco Histórico de la ciudad fueron utilizados alegremente para pintar las fachadas de las casas al capricho de algún arquitecto que añoraba el Saladillo de Maracaibo, mientras muchos de esos inmuebles se hallaban y se hallan por dentro en estado de ruinas, tratando de engañar así a los asistentes de otros países al llamado Congreso Cultural del Orinoco. Pintura industrial de acabado chocante que no tiene que ver con la memoria histórica y que de ninguna forma soporta el material primitivo de piedra y mezcla mulata con que fueron construidos esos inmuebles. Ahora en el 2013 se repite lo mismo.
La Oficina de Patrimonio, dependiente del ejecutivo, viene otorgando permisos o tolerando a los comerciantes que progresivamente derriban o queman las casas antiguas del Casco Histórico para construir zapaterías, y tiendas de mercancía seca. Ejemplo: la casa de El Sordo, casas de la cuadra Blohm, Casa de Italia, Casa del Royal Bank, casa del Politécnico Bolívar.
Cada día son numerosas las casas con la cola de los aparatos de aire acondicionado saliendo por muros y ventanas inundando las calles, lo mismo que inmuebles intervenidos con rejas de hierro y puertas Santamaría.
La Ordenanza de Protección del Casco Histórico prohíbe vallas, pancartas y afiches dentro del perímetro, pero cada día son más y peores las que se ven sin autoridad que le ponga freno.
El teatro moderno del arquitecto Oscar Tenreiro, adosado a un inmueble histórico del siglo diecinueve, empezó mal y por inconcluso se ha vuelto un escombro. Mucho más útil y barato habría sido continuar el Centro de las Artes iniciado en 1980 por la gestión de Alberto Palazzi en los predios del Jardín Botánico.
El proyecto del arquitecto Natalio Ávila de construir un Boulevard a lo largo de la calle Bolívar para unir el Casco Histórico con la ciudad moderna, resultó un descomunal adefesio con todos los defectos que ya conocemos
La Plaza Farreras, que data de principios del siglo XX, transformada en un vulgar estacionamiento que sirve a la vez para lavar y pulir carros, además de la contaminación buhonera.
El Parque doña Menca y Raúl Leoni del Jardín Botánico, fue convertido en un vivero y cultivo de peces alimentado con el agua potable de los habitantes del Casco Histórico de la ciudad, por cuya causa sufren racionamiento del servicio de agua.
El estacionamiento construido durante la gestión del gobernador Edgar Vallée Vallée al sur de la calle El Porvenir para evitar que los comerciantes continuaran utilizando la Plaza Farreras como parqueadero, ha sido utilizado para otros fines, desvirtuado del esquema original propuesto por su fundador el doctor Leandro Aristeguieta.
Las riberas del Orinoco las han convertido buhoneros y comerciantes en una costanera receptoría de basuras, vasos y potes de cerveza aparte de la contaminación de las cloacas que desembocan en ella.
La tala feroz desatada contra las Ceibas, árbol por naturaleza emblemático de la ciudad, sin detenerse a pensar que existe un acuerdo del Ayuntamiento que declara patrimonio municipal los árboles de Ciudad Bolívar.
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