El 9 de mayo de 1959 se da a conocer la formación de una célula Pro
Ateneo de Guayana que dio pie para que a través de la prensa y la radio
se abogara por la construcción de un moderno edificio capaz de albergar
el funcionamiento de una biblioteca pública y otras actividades
vinculadas al fomento y progreso de las artes y las letras.
La Célula Pro Ateneo de Guayana respondía a la inquietud de Diógenes
Troncone Sánchez (en la foto), Luis Vicente Guzmán y un grupo de
estudiantes del quinto año de Humanidades del Liceo Peñalver entre
quienes sobresalían, José Rafael Granatti, Gladis Irureta y Nora Wulff.
Hablaron con el Presidente edilicio Luis Felipe Pérez Flores y varios
concejales y se animaron con esta propuesta consignada por escrito en la
Municipalidad el 4 de mayo de 1959:
“Ciudadano presidente y demás concejales: ante la necesidad evidente
de construir un moderno edificio para la Biblioteca Pública, capaz de
satisfacer las necesidades culturales de la ciudad, nosotros los
suscritos, estudiantes del quinto año de Humanidades del Liceo Peñalver y
miembros de la Célula Pro Ateneo de Guayana, nos permitimos, muy
respetuosamente llamar la atención de ese cuerpo edilicio, comprometido
como está en la solución de los diferentes problemas locales, para que
reserven mediante decreto el terreno donde estaba ubicado el antiguo
Mercado Municipal a fin de levantar una edificación funcional para que
además del servicio de biblioteca, se puedan llevar a cabo otras
actividades tales como conferencias, proyecciones, conciertos,
exposiciones, montaje de obras teatrales, todos de innegable beneficio
para la cultura regional”.
Los firmantes de la carta, divulgada por todos los medios, recuerda a
la comunidad que en conversaciones informales con algunos concejales y
el mismo ciudadano Presidente de ese Concejo, puntualizaron la
conveniencia de escoger el mencionado terreno. El tiempo pasó y la
loable inquietud cayó en saco roto, pues en los predios del antiguo
mercado tuvo mejor fortuna la Fuente de Soda Mirador Angostura, donde se
bailaba y degustaba la cerveza Heineken, Victoria y Criolla frente al
río y un Obelisco de cristal contra el cual se estremecía la brisa del
Naciente.
La Casa de Cultura Ateneo fue una realidad años después, pero sin
sede propia. La hicieron posible personajes distintos, entre ellos,
Mimina Rodríguez Lezama, Mercedes Quiroga, Elías Inaty, David Alizo,
Germán González Seguías, Américo Fernández, Jesús Silva y Iván
Filgueira. La primera reunión se realizó en la Biblioteca Rómulo
Gallegos. Allí nos visitó Miguel Arroyo, director del Museo de Bellas
Artes y Clara Diamens, directora de una Galería de Arte en Caracas,
comisionados por el Maestro Jesús Soto, para lanzar la idea del Museo de
Arte Moderno formado con una pinacoteca suya que tenía en París.
Los promotores iniciales ya no estaban en la ciudad sino estudiando
en Caracas. Cuando Diógenes Troncone retornó ya su sueño de estudiante
era realidad. Entonces nos echó el cuento de la Luna Amarilla.
Cuando estudiaba en el Colegio La Milagrosa, regentado por los padres
paúles, el padre Enrique Ubierna le ordenó un trabajo de composición en
su condición de profesor de lenguaje. Consultó con su familia y como no
supieron resolver el problema, solicitó ayuda al padre Casado, profesor
de matemáticas y geometría y al padre Cámara, profesor de biología.
Este último le dijo, “no seas cazurro. Escribe sobre la Luna. Ve la
Luna, contémplala y escribe”. Al final de mes apareció el nombre de
Diógenes en la cartelera en el Cuadro de Honor, por su composición La Luna es amarilla. Desde entones fue su inquietud por la cultura.
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