Ciudad Bolívar tuvo sastrerías de fama, las primeras regentadas por
corsos e italianos. Después, los guayaneses que aprendieron se hicieron
tan renombrados como ellos. Víctor Inojosa, quizás el más popular, a
quien el periodista Juvenal Herrera llamaba “El Clemens guayanés” que le
confeccionaba los trajes a muchos gobernadores y en la Semana de la
Patria hacía su agosto cortándole los liquiliqui a toda aquella cáfila
afecta al Nuevo Ideal Nacional.
Ayer me enteré, por su hija Sonia, que Inojosa había muerto el 22 de
septiembre del año anterior. Lo suponía vivo, no solo como persona sino
como el guayanés que no dejaba pasar un 31 de diciembre sin que reuniera
en la puerta de su taller de sastrería a todos los contertulios del
Casco Histórico de la ciudad.
Mario Briceño Iragorri, Carlos Ticono Rodil, Julio César Paván,
Héctor Guillermo Villalobos, Fernando Alvarez Manosalva, Angel Fariñas
Salgado, José Gervasio Barceló Vidal, Eudoro Sánchez Hernández, Leopoldo
Sucre Figarella, Rafael Sanoja Valladares, Pedro Battistini, Luis Raúl
Vásquez Zamora, Carlos Eduardo Oxford Arias, Manuel Garrido Mendoza,
Domingo Álvarez Rodríguez, Roberto Arreaza Constasti, Fortunato Adrián
Morillo, Jesús Alvarez Fernández, Miguel Gómez Bello, Alberto Palazzi,
Paúl Von Buren, Edgar Vallé Vallé, René Silva Idrogo y Luis Felipe
Goubat, gobernadores todos, se vistieron con trajes cortados por
Inojosa. Entre los pocos que no lo hicieron está Alcides Sánchez Negrón
porque a decir del propio Inojosa, es lo que se llama “hombre de percha”,
vale decir en su argot, hombre de una talla adaptable a los trajes que
ya vienen confeccionados de la industria. Pablito Gamboa tampoco, pero
estuvo a punto cuando pasó por la calle a mandar a tumbar los árboles de
la Plaza Farreras sin que ningún funcionario, por amor a la ciudad,
tuviera la dignidad de rebelarse públicamente.
Cuentan que Leopoldo Sucre Figarella cuando era aficionado a la
cinegética, Inojosa le confeccionaba los trajes safari para viajar a la
jungla africana hasta que lo picó la mosca Tse-tse para luego de un
sueño profundo despertar aborreciendo la casería mayor. Después su única
afición, cuando le queda tiempo porque desde la madrugada estaba en pie
de guerra, era pescar pavón en el Lago de Guri.
Lo que nunca dejó de confeccionar Inojosa es el tradicional traje de
liquiliqui. Una tarde me contó que en febrero del año 52 cuando
colocaron la primera piedra para la fundación de Puerta Ordaz, hubo por
orden del gobernador Sánchez Lanz que confeccionarle liquiliqui a varios
norteamericanos, entre ellos, a Mr. Hogberg, presidente de la Orinoco
Mining Company. Pero el susto más grande de su vida de sastre lo tuvo
cuando el gobernador René Silva Idrogo le envío al periodista Jesús
Losada Rondón para que le confeccionara cuatro trajes. Aquí no tuvo que
montarse en ladrillo sino en un taburete para poderle apuntar el extremo
del metro en el hombro. Ni el gordo Rafael Franco ni el difunto Gil
Guevara le dieron tanto trabajo. Aquello no era flux sino un fluxaso. Él
que corrientemente cobraba 2.500 bolívares por la hechura de un flux,
aquí tuvo que subir el precio, sobre todo porque trabajaba generalmente
con tela importada que era la de mayor demanda. Al venezolano le costaba
entonces adaptarse a la tela nacional.
Pero la tela inglesa terminó escaseando porque los exportadores
comenzaron a pedir el cheque por delante, toda vez que muy poco o nada
valía la carta de crédito. Los importadores se pasaron a la tela
italiana por ser los italianos menos desconfiados que los ingleses.
Entonces, la tela nacional de mayor demanda era el lino de los
liquiliqui con el que Inojosa hacía su agosto.
Gracias Americo Fernandez. Sonia Inojosa
ResponderEliminarGracias mi padre demostró ser un verdadero personaje DIOS lo tenga en su Gloria
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