jueves, 17 de enero de 2013

El Maratón bailable de Ciudad Bolívar

B1TOPICOS


El 27 de noviembre de 1952, se dio a conocer el primer Maratón Bailable que se estaba organizando como una espectacular novedad y que sería el primero en toda la Guayana. Lo organizaba Antonio Hidalgo y René Aguirre, quienes lo anunciaron para el 21 de octubre en el Hotel Buena Vista La Piscina.
Se trataba de un campeonato de baile sin tregua, es decir, un campeonato de resistencia bailable siguiendo la experiencia de México, Estados Unidos, Argentina y otros países donde se practicaba hasta el punto de haber sido llevado a las Olimpiadas de Helsinski donde se constituyó en uno de los eventos de mayor atracción.
Desde entonces este tipo de maratón se popularizó en Ciudad Bolívar que no pasaba un año sin que alguien de aquí o de fuera lo promoviera. El último se registró en junio de 1982
El empresario de este último agotador evento en el que se participaba más por necesidad que por deporte, fue Ramón López, un locutor de Yaguaraparo que claudicaba la pierna derecha cada vez que se desplazaba y utilizaba a manera de bastón un paraguas con el cual espantaba la lluvia de esos días en los que se quejaba diciendo que la empresa del Maratón bailable le costaba 57 mil bolívares y apenas se hacían mil por día en taquilla, en el lapso de seis días que duraría el evento.
- ¡Pura pérdida!- se lamentaba desde la tribuna de la música y los jueces, mientras los pocos maratonistas que quedaban el día 20 se dormían sobre sus pies danzando con desgano al ritmo electrónico de la salsa.
La salvación económica de la empresa estaba en los derechos de una planta de televisión que pagaría medio millón de bolívares por el Maratón Nacional a realizarse en el Poliedro y que sería la culminación de 18 maratones regionales, incluyendo el de Ciudad Bolívar, que se estaban realizando.
El Maratón comenzó con 54 participantes y ya al final de la semana quedaban cinco, entre ellos, Petra Ramona, 24 años y seis muchachos sin protección paternal con ganas de tirar la toalla que terciaba sobre su pescuezo, pero un familiar le gritaba “no te acobardes, Juana, que llevas 118 horas y estás en la recta final. Animo. Recuerda que son cuatro mil libertadores y tus muchachos no tienen pan”.
A Juana Ramona la salva el silbato. Los cinco finalistas abandonan la pista y caminan despacio ayudados por sus asistentes hasta las colchonetas donde los esperan la leche, el jugo y los masajes con brandy y canela del veterano Angel Salavarría.     
Salavarría friccionaba los muslos hermosos de la negra de El Callao que Isidro Ramón Mejías, el vicepresidente de la Banda Ciudadana, miraba y remiraba con ojos libidinosos.
La negra Ondina Campero, con 21 años y 2 hijos, empezó a bailar hacía cinco días como pareja de José Luis, pero éste la dejó sola en la pista al término de las 103 horas.
Más allá Judith Navarro rendida y discutiendo con sus asistentes que no querían que abandonara.
Resuena el silbato y Judith no muy convencida regresa a la pista junto con Margarita Abreu, Ondina, Juana Ramona y Jesús Rafael Salavarría, el único hombre que quedaba en pie. A los otros 49 los derrotaron estas mujeres.
Jesús Rafael, 42 años, flaco como una aguja, era escultor y hermano del masajista Salavarría, quien, por supuesto, además del brandy con canela le aplicaba otras sustancias alcaloides como salicilato de metilo.
El magro Jesús era veterano. Había participado en otros maratones fuera de Ciudad Bolívar y jamás se había rendido.

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