El 25 de septiembre de 1946 el presidente del estado Bolívar, Fernando Guevara Manosalva, dispuso por decreto 122 se procediera a la construcción de un cementerio moderno en Ciudad Bolívar, dado que el de Centurión prácticamente había llegado a su límite. Para ello, el Concejo Municipal de Heres dispuso una parcela de tres hectáreas en la zona denominada “La Gran Sabana” de la ciudad y que lindaba con las tierras de Víctor Parra Zamora y Evencio Rodríguez.
Pero este cementerio moderno nunca pudo ser en ese lugar que era realmente una sabana que se extendía hasta el salto La Mariquita, pastizal de ganado atravesado por cursos acuíferos de la palma moriche. No pudo ser porque cuando se hicieron las primeras excavaciones se comprobó que el nivel freático o capa del subsuelo donde se acumulan las aguas de las correntías estaba en un nivel casi superficial.
El nombre de “La Gran Sabana” se fue desvaneciendo a medida que el urbanismo se extendió progresivamente hasta cubrir la zona y sobre todo porque la extensa planicie selvática del sur de Guayana de donde emergen los imponentes tepuyes, fue identificada con ese mismo nombre.
En vez del cementerio moderno en el lugar mencionado el gobierno del doctor Eudoro Sánchez Lanz en coordinación con el gobierno central levantó el actual Estadio Polideportivo Tomás de Heres luego que fuera demolido el decretado por Ovidio Pérez Ágreda en la avenida Táchira.
Como no fue posible construir el cementerio moderno, el presidente del estado, Fernando Guevara Manosalva, decretó la construcción de un edificio para almacenamiento y proveeduría general del estado. Tal es la llamada “Granja del Estado” en la zona de la Cruz Verde. Desde el 26 de agosto un frigorífico que fue instalado en terrenos del aeropuerto, para la carne de res beneficiada en el Matadero Municipal y la cual iba directamente a los mercados de Caracas. Los aviones hacían 2 y 3 viajes diarios llevando 10 reses en cada carga. La operación se hacía por cuenta del Banco Agrícola y Pecuario. Era la carne del ganado que en otros tiempos se vendía a Trinidad y Aruba. Todavía Guayana producía grandes cantidades de reses, no obstante que su ganadería era extensiva.
La zona rural tenía mucha vida, mucho más que la minera y la salud de los trabajadores del campo era especialmente atendida por lo que en los años 40 se llamaba “Médico de Ejidos”. De suerte que Ciudad Bolívar tenía para los años 40 un médico especialmente para atender los enfermos fuera del área urbana de la ciudad. Tal era el médico de ejido que para junio de 1946 era el doctor Manuel Silverio, quien había sustituido al doctor José A. Estrada. El tradicional médico de ejidos desapareció con el advenimiento de las medicaturas rurales y luego con las medicaturas flotantes, invento del doctor Héctor Bello cuando era médico jefe de la Unidad Sanitaria.
Los ambulatorios o medicaturas rurales flotantes cumplieron cabalmente su cometido por espacio de ocho años aproximadamente prestándoles servicio médico asistencial a todos los pueblos ribereños del Orinoco y el Delta. Nada mejor en esta materia se le había ocurrido a Sanidad; sin embargo el proyecto, ya lo ha dicho el doctor Héctor Bello, apenas se mantuvo durante ocho años, diríamos que por falta de mantenimiento de los motores centrales de las naves. Dado los continuos accidentes, los motores fueron sacados fuera de servicio y a ningún gobierno se le ocurrió reponerlos.
El ambulatorio flotante Agosto Méndez quedó para siempre varado en La Carioca y el Gabaldón corrió la misma suerte en Tucupita.(AF)
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