LA FÁBRICA DE VELAS DE CIUDAD BOLÍVAR
El 17 de noviembre de 1926, Blohm & Cia instaló en Ciudad Bolívar una fábrica de velas estearinas para satisfacer la demanda de un mercado que era importante en todo el arco sur del Orinoco, y que hasta entonces dependía de la importación o, cuando menos, de otras fábricas del centro del país.
Las velas o bujías, de cebo o parafina, los bolivarenses, no todos sino la gente con recursos, las conocían desde el siglo anterior y Europa de donde generalmente venían. Es obvio que la conocían desde tiempos más lejanos, vale decir desde la época de Carlos Magno, cuando se utilizaban para alumbrar las habitaciones de lujo. La fabricación se hacía en Venecia y se le dio el nombre de bujía por ser ésta la población donde los venecianos adquirían la cera con la que las fabricaban.
Hasta después del primer cuarto del siglo XIX no se empleó otro alumbrado en las casas ricas. En el siglo anterior se vendían bujías perfumadas que al arder, esparcían delicadas aromas.
En 1831 comenzaron a fabricarse las bujías estearinas y durante treinta años no se empleó otro sistema de alumbrado que éste. Apareció entonces la lámpara de aceite y después comenzó a utilizarse el petróleo. Varios años más tarde el gas, y por último, en 1882, la luz eléctrica que en poco tiempo derrotó a todos los procedimientos anteriores.
Sin embargo, la fábrica de velas de Blohm se montó dieciséis años después de haber llegado a Ciudad Bolívar la luz eléctrica, pero eran tan escasos quienes podían disfrutarlas, que la vela, como la misma lámpara de aceite o de gas, continuaba siendo un buen negocio, y lo fue, al menos en Ciudad Bolívar, hasta que comenzaron a funcionar las turbinas del Caroní y la energía eléctrica se extendió por todas partes.
No todas las fábricas de velas se pararon, pues bien sabemos que los santos no hacen milagros si no los alumbran con velas o velones como las que hoy nos vienen de la fábrica de Santa Teresa, ahora en Maracay, y antes en los Jardines del Valle de Caracas.
La fábrica de velas de Blohm utilizaba máquinas alemanas que trabajaban manualmente. El producto de mayor consumo eran las velas de a locha (2 y ½ centavos) y la de a puya (cinco céntimos).
Cuando llegó la luz eléctrica (1911), los bolivarenses sólo se acordaban de las velas cuando se presentaban apagones como éste que entonces reseñó la prensa local:
“Anoche desde la hora en que oscurece, 6:15 hasta las 7:00 cuando la noche estaba cerrada, brillo por su ausencia el alumbrado eléctrico. Suponemos que por algún accidente en la maquinaria, pues desde la hora últimamente dicha alumbró a satisfacción, por supuesto, en todas las casa hubo carreras habilitando lámparas de petróleo desechadas y comprando velas en las pulperías. También debemos anotar que en la esquina de Las Camelias, del Aserradero, el bombillo de ordenanza está apagado desde varias noches y como suponemos que figure en el contrato recientemente celebrado con la municipalidad, es hora de que se reponga”.
La intención inicial del italiano Eugenio Berletta, antes que Blohm, era montar una fábrica de velas, pero finalmente se inclinó por instalar la primera empresa telefónica que tuvo Ciudad Bolívar hasta 1926 cuando resolvió venderla. A Berletta que también era presidente de la Colonia Italiana, le llegó competencia y se vio al borde de la quiebra. De allí su apuro por salir de la empresa pionera de la telefonía en el estado. (AF)
El 17 de noviembre de 1926, Blohm & Cia instaló en Ciudad Bolívar una fábrica de velas estearinas para satisfacer la demanda de un mercado que era importante en todo el arco sur del Orinoco, y que hasta entonces dependía de la importación o, cuando menos, de otras fábricas del centro del país.
Las velas o bujías, de cebo o parafina, los bolivarenses, no todos sino la gente con recursos, las conocían desde el siglo anterior y Europa de donde generalmente venían. Es obvio que la conocían desde tiempos más lejanos, vale decir desde la época de Carlos Magno, cuando se utilizaban para alumbrar las habitaciones de lujo. La fabricación se hacía en Venecia y se le dio el nombre de bujía por ser ésta la población donde los venecianos adquirían la cera con la que las fabricaban.
Hasta después del primer cuarto del siglo XIX no se empleó otro alumbrado en las casas ricas. En el siglo anterior se vendían bujías perfumadas que al arder, esparcían delicadas aromas.
En 1831 comenzaron a fabricarse las bujías estearinas y durante treinta años no se empleó otro sistema de alumbrado que éste. Apareció entonces la lámpara de aceite y después comenzó a utilizarse el petróleo. Varios años más tarde el gas, y por último, en 1882, la luz eléctrica que en poco tiempo derrotó a todos los procedimientos anteriores.
Sin embargo, la fábrica de velas de Blohm se montó dieciséis años después de haber llegado a Ciudad Bolívar la luz eléctrica, pero eran tan escasos quienes podían disfrutarlas, que la vela, como la misma lámpara de aceite o de gas, continuaba siendo un buen negocio, y lo fue, al menos en Ciudad Bolívar, hasta que comenzaron a funcionar las turbinas del Caroní y la energía eléctrica se extendió por todas partes.
No todas las fábricas de velas se pararon, pues bien sabemos que los santos no hacen milagros si no los alumbran con velas o velones como las que hoy nos vienen de la fábrica de Santa Teresa, ahora en Maracay, y antes en los Jardines del Valle de Caracas.
La fábrica de velas de Blohm utilizaba máquinas alemanas que trabajaban manualmente. El producto de mayor consumo eran las velas de a locha (2 y ½ centavos) y la de a puya (cinco céntimos).
Cuando llegó la luz eléctrica (1911), los bolivarenses sólo se acordaban de las velas cuando se presentaban apagones como éste que entonces reseñó la prensa local:
“Anoche desde la hora en que oscurece, 6:15 hasta las 7:00 cuando la noche estaba cerrada, brillo por su ausencia el alumbrado eléctrico. Suponemos que por algún accidente en la maquinaria, pues desde la hora últimamente dicha alumbró a satisfacción, por supuesto, en todas las casa hubo carreras habilitando lámparas de petróleo desechadas y comprando velas en las pulperías. También debemos anotar que en la esquina de Las Camelias, del Aserradero, el bombillo de ordenanza está apagado desde varias noches y como suponemos que figure en el contrato recientemente celebrado con la municipalidad, es hora de que se reponga”.
La intención inicial del italiano Eugenio Berletta, antes que Blohm, era montar una fábrica de velas, pero finalmente se inclinó por instalar la primera empresa telefónica que tuvo Ciudad Bolívar hasta 1926 cuando resolvió venderla. A Berletta que también era presidente de la Colonia Italiana, le llegó competencia y se vio al borde de la quiebra. De allí su apuro por salir de la empresa pionera de la telefonía en el estado. (AF)
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