El 25 de agosto de 1933, un quiosco para la venta de dulces, conservas, licores y otros artículos (en la foto) designado con el nombre de “El Trocadero” terminó de ser construido y abierto al público en la Plaza Heres de Ciudad Bolívar ya desaparecida, pero ubicada entonces frente a la sede del Banco Royal of Canadá.
El nombre, de procedencia gala, lo impusieron los inmigrantes y comerciantes corsos en homenaje a una meseta francesa que así se llama y sobre la cual se construyó un Palacio para la exposición universal de París en 1878 y en la que participaron algunos productos guayaneses como el Amargo de Angostura. Erigido para tal fin, el palacio Trocadero francés se conservó hasta que en 1936 fue destruido. Esta exposición reunió 53 mil expositores y atrajo a más de 16 millones de visitantes.
El quiosco El Trocadero cumplió su función mercantil hasta los años 50 que fue convertido en una especie de sitio público de lectura donde el parroquiano de cualquier edad podía ir a leer la prensa local y nacional así como uno que otro folleto o libro de aventura.
Fue demolido cuando hubo que remodelar el hoy Paseo Orinoco y construir El Mirador Angostura, luego de la reubicación del Mercado Municipal, la plaza Tomás de Heres y el Acueducto. Pero el nombre no se perdió en la intrincada selva del olvido, quedó revoloteando en la mente de mucha gente, marcadamente en la de Edelmiro Lizardi que bautizó con él a un lupanar donde también vendían licores, ciertamente, pero la confitería era de puro sexo.
El Trocadero de Edelmiro Lizardi empezó en la zona de la Bomba Taguapire de Tomás Guerrero y terminó en Las Campiñas, donde el armador francés Alberto Minet empezó a fomentar una granja cuyos terrenos quiso vender a la Municipalidad, pero estaban invadidos una parte y la otra se la tragó el proceso erosivo del Río San Rafael.
El nombre como que llevaba muy en sustancia el germen de la destrucción, porque también El Trocadero de Edelmiro Lizardi terminó destruido, vale decir, quebrado por los que en vez de tarjetas de crédito Visa y Master Card, como se acostumbra en nuestros días, pagaban la cuenta del consumo alcohólico con vales que casi nunca reconocían los clientes cuando estaban buenos y sanos y delante de sus esposas.
Por otro lado, la competencia se asomaba fuerte con otros establecimientos bien dotados y surtidos, como El Vesubio, Le Tucán y el Blue Star, el Tibiritábara, todos con sus antecedentes en La Tumbazón de Santa Ana, El Kepis del Zanjón, El Retumbo de la Calle Miscelánea y la Ciudad Perdida de la zona de Santa Justa y La Alameda.
La inauguración del Kiosko de la Plaza Heres coincidió con la inauguración del Nuevo Hipódromo de Ciudad Bolívar, ya no en Santa Lucía donde se construyó el primero a principios del siglo veinte, sino en Los Morichales. Para su inauguración se abrió un concurso entre las bellas bolivarenses para ver quién merecía ser la reina.
El primero de agosto fue la elección y resultó reina la Nena Requesens con 1216 votos. Entonces las reinas no las elegía un jurado como ahora sino que las candidatas postuladas quedaban electas de acuerdo con el número de votos adquiridos por el pueblo. La Nena Requesens, el eterno amor de Manuel Alfredo Rodríguez y la que nunca pudo alcanzar no obstante su estatura física y su estatura de orador y escritor, era entonces una de las mujeres más atractivas del Orinoco, y sus hermanos la cuidaban con mucho celo.(AF)
El nombre, de procedencia gala, lo impusieron los inmigrantes y comerciantes corsos en homenaje a una meseta francesa que así se llama y sobre la cual se construyó un Palacio para la exposición universal de París en 1878 y en la que participaron algunos productos guayaneses como el Amargo de Angostura. Erigido para tal fin, el palacio Trocadero francés se conservó hasta que en 1936 fue destruido. Esta exposición reunió 53 mil expositores y atrajo a más de 16 millones de visitantes.
El quiosco El Trocadero cumplió su función mercantil hasta los años 50 que fue convertido en una especie de sitio público de lectura donde el parroquiano de cualquier edad podía ir a leer la prensa local y nacional así como uno que otro folleto o libro de aventura.
Fue demolido cuando hubo que remodelar el hoy Paseo Orinoco y construir El Mirador Angostura, luego de la reubicación del Mercado Municipal, la plaza Tomás de Heres y el Acueducto. Pero el nombre no se perdió en la intrincada selva del olvido, quedó revoloteando en la mente de mucha gente, marcadamente en la de Edelmiro Lizardi que bautizó con él a un lupanar donde también vendían licores, ciertamente, pero la confitería era de puro sexo.
El Trocadero de Edelmiro Lizardi empezó en la zona de la Bomba Taguapire de Tomás Guerrero y terminó en Las Campiñas, donde el armador francés Alberto Minet empezó a fomentar una granja cuyos terrenos quiso vender a la Municipalidad, pero estaban invadidos una parte y la otra se la tragó el proceso erosivo del Río San Rafael.
El nombre como que llevaba muy en sustancia el germen de la destrucción, porque también El Trocadero de Edelmiro Lizardi terminó destruido, vale decir, quebrado por los que en vez de tarjetas de crédito Visa y Master Card, como se acostumbra en nuestros días, pagaban la cuenta del consumo alcohólico con vales que casi nunca reconocían los clientes cuando estaban buenos y sanos y delante de sus esposas.
Por otro lado, la competencia se asomaba fuerte con otros establecimientos bien dotados y surtidos, como El Vesubio, Le Tucán y el Blue Star, el Tibiritábara, todos con sus antecedentes en La Tumbazón de Santa Ana, El Kepis del Zanjón, El Retumbo de la Calle Miscelánea y la Ciudad Perdida de la zona de Santa Justa y La Alameda.
La inauguración del Kiosko de la Plaza Heres coincidió con la inauguración del Nuevo Hipódromo de Ciudad Bolívar, ya no en Santa Lucía donde se construyó el primero a principios del siglo veinte, sino en Los Morichales. Para su inauguración se abrió un concurso entre las bellas bolivarenses para ver quién merecía ser la reina.
El primero de agosto fue la elección y resultó reina la Nena Requesens con 1216 votos. Entonces las reinas no las elegía un jurado como ahora sino que las candidatas postuladas quedaban electas de acuerdo con el número de votos adquiridos por el pueblo. La Nena Requesens, el eterno amor de Manuel Alfredo Rodríguez y la que nunca pudo alcanzar no obstante su estatura física y su estatura de orador y escritor, era entonces una de las mujeres más atractivas del Orinoco, y sus hermanos la cuidaban con mucho celo.(AF)
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