El 26 de febrero de 1936 salió Orinoco semanario dirigido por Miguel María Escalante, un joven estudiante que estuvo entre los primeros que lideró las manifestaciones libertarias a raíz de la muerte del caudillo y dictador Juan Vicente Gómez.
Apareció este semanario un día sábado con interesante material sobre la actividad política del momento, comentarios noticiosos y la sección literaria que fue siempre su norte y la causa mayor de su existencia.
El 26 de marzo, desde la calle Libertad 23, esta publicación pasó a las manos exclusivas de los estudiantes avanzados del Colegio Federal, entre ellos, Manuel Bossio Vivas, con dos secciones novedosas: el Correo Azul y Sociales.
El 16 de diciembre de 1939, era su cuarta época, volvió a cambiar de redactores y administradores esta publicación que ya había calado, y disponía de un público muy importante desde el punto de vista social e intelectual. Ejercía la dirección del semanario el poeta Alarico Gómez. Redactores: Arquímedes Brito. Administrador: Rafael Orta.
“La poesía nueva tiene sitio elevado en esta hoja periodística que tal vez sea la única que ha enfocado la literatura en forma seria”, afirmaba su nota editorial.
La gente que escribía y dominaba el inestable y a veces impuntual semanario Orinoco, pertenecía a una generación de jóvenes intelectuales que leía a los surrealistas y quería romper con los moldes de la poesía clásica.
El 8 de marzo de 1940, Orinoco, adoptó la identificación de “semanario poético”, al servicio de un grupo de jóvenes intelectuales que se dio a conocer como “Auroguayanos” y en él escribían César Gómez, Vicente Gerbasi, Jean Aristeguieta, Arquímedes Brito, Elías Inaty, Alarico Gómez y Luis Martínez Franchi. De ellos trascendieron nacional e internacionalmente, Vicente Gerbasi (en la foto), figura central de Grupo Viernes y autor del conmovedor poema Mi padre, el inmigrante; Jean Aristeguieta, autora de Ebriedad del delirio y Alarico Gómez autor de Balada de Piedra y Agua y de Balada de los mendigos y cuya vida se truncó a edad muy tempana.
“Mi corazón a veces se siente abandonado / como un libro después de los exámenes / Pero yo no maldigo / Busco y no encuentro / pero no maldigo / Entro en una sala de cine / y sin embargo no maldigo / Sé que quieren dejarme, como al perro los huesos / Y todavía no maldigo…”/
De ese mismo tiempo era el poeta Ramón del Valle Laveaux, aunque menos joven que los renovadores agrupados en “Auroguayana”. Ese mismo año de 1936, José Ramón del Valle Laveaux, específicamente, el 17 de enero de 1936, había sido elegido diputado por Upata y presidente de la Asamblea Legislativa del Estado. Con anterioridad había ocupado otros cargos públicos importantes, pero destacaba más por su calidad de poeta que como dice Carlos Rodríguez Jiménez, junto con María Cova Fernández son los únicos intelectuales upatenses de la generación anterior a 1930 que mostraron decidida inclinación hacia el misticismo literario. Comenzó su carrera literaria como periodista de afición y en materia de poesía era tan mundano en la segunda década del siglo como cualquiera otro de sus contemporáneos. En 1917, junto con Teodoro Cova Fernández fundó El Relator. Un año después estuvo al frente de El Progreso. En todos colaboró constantemente en verso y prosa, siendo uno de los escritores más perseverante en la producción literaria. En 1927, sus mejores poesías fueron reunidas en un volumen bajo el nombre de “Cuarzos mis montañas”. Promotor del primer ateneo que tuvo Ciudad Bolívar y del cual fue presidenta Anita Ramírez, maestra de Lucila Palacio y de Luz Machado.
Apareció este semanario un día sábado con interesante material sobre la actividad política del momento, comentarios noticiosos y la sección literaria que fue siempre su norte y la causa mayor de su existencia.
El 26 de marzo, desde la calle Libertad 23, esta publicación pasó a las manos exclusivas de los estudiantes avanzados del Colegio Federal, entre ellos, Manuel Bossio Vivas, con dos secciones novedosas: el Correo Azul y Sociales.
El 16 de diciembre de 1939, era su cuarta época, volvió a cambiar de redactores y administradores esta publicación que ya había calado, y disponía de un público muy importante desde el punto de vista social e intelectual. Ejercía la dirección del semanario el poeta Alarico Gómez. Redactores: Arquímedes Brito. Administrador: Rafael Orta.
“La poesía nueva tiene sitio elevado en esta hoja periodística que tal vez sea la única que ha enfocado la literatura en forma seria”, afirmaba su nota editorial.
La gente que escribía y dominaba el inestable y a veces impuntual semanario Orinoco, pertenecía a una generación de jóvenes intelectuales que leía a los surrealistas y quería romper con los moldes de la poesía clásica.
El 8 de marzo de 1940, Orinoco, adoptó la identificación de “semanario poético”, al servicio de un grupo de jóvenes intelectuales que se dio a conocer como “Auroguayanos” y en él escribían César Gómez, Vicente Gerbasi, Jean Aristeguieta, Arquímedes Brito, Elías Inaty, Alarico Gómez y Luis Martínez Franchi. De ellos trascendieron nacional e internacionalmente, Vicente Gerbasi (en la foto), figura central de Grupo Viernes y autor del conmovedor poema Mi padre, el inmigrante; Jean Aristeguieta, autora de Ebriedad del delirio y Alarico Gómez autor de Balada de Piedra y Agua y de Balada de los mendigos y cuya vida se truncó a edad muy tempana.
“Mi corazón a veces se siente abandonado / como un libro después de los exámenes / Pero yo no maldigo / Busco y no encuentro / pero no maldigo / Entro en una sala de cine / y sin embargo no maldigo / Sé que quieren dejarme, como al perro los huesos / Y todavía no maldigo…”/
De ese mismo tiempo era el poeta Ramón del Valle Laveaux, aunque menos joven que los renovadores agrupados en “Auroguayana”. Ese mismo año de 1936, José Ramón del Valle Laveaux, específicamente, el 17 de enero de 1936, había sido elegido diputado por Upata y presidente de la Asamblea Legislativa del Estado. Con anterioridad había ocupado otros cargos públicos importantes, pero destacaba más por su calidad de poeta que como dice Carlos Rodríguez Jiménez, junto con María Cova Fernández son los únicos intelectuales upatenses de la generación anterior a 1930 que mostraron decidida inclinación hacia el misticismo literario. Comenzó su carrera literaria como periodista de afición y en materia de poesía era tan mundano en la segunda década del siglo como cualquiera otro de sus contemporáneos. En 1917, junto con Teodoro Cova Fernández fundó El Relator. Un año después estuvo al frente de El Progreso. En todos colaboró constantemente en verso y prosa, siendo uno de los escritores más perseverante en la producción literaria. En 1927, sus mejores poesías fueron reunidas en un volumen bajo el nombre de “Cuarzos mis montañas”. Promotor del primer ateneo que tuvo Ciudad Bolívar y del cual fue presidenta Anita Ramírez, maestra de Lucila Palacio y de Luz Machado.
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